Elena Rodriguez (La guerra tiene un color gris)


 LA GUERRA TIENE COLOR GRIS OSCURO

 

Hola, me llamo Katerina y soy una niña ucraniana de 16 años y mi realidad cambió drásticamente hace dos años cuando pasé de tener una vida de una chica normal, estudiante con amigas y familia, a vivir mi infierno que se dibuja en gris muy oscuro.

 

Hasta entonces éramos una familia normal, de cinco miembros. Mi padre, un operario industrial, mi madre profesora de colegio y dos hermanos a los que quiero y con los que disfrutaba y discutía. Mi hermano mayor tiene 19 años y también tengo una hermana pequeña de 13 años. Nosotros nacimos en Crimea, al este de Ucrania, de allí es también mi madre. Mi padre y su familia, al contrario que nosotros, es de origen ruso. De hecho, en mi casa desde pequeños hablábamos los dos idiomas. En 2014, cuando Rusia ocupó ilegalmente Crimea, decidimos mudarnos a la región de Donbas, ya que la ocupación de esta zona de Ucrania iba en contra de los principios de mi padre. Aun así, seguíamos en contacto con nuestra familia de Rusia. Yo tengo una prima de 16 años con la que comparto muchas aficiones y mucho tiempo en redes sociales. Siempre hemos estado muy unidas. Todo iba bien, como cualquier familia ucraniana, hasta que un día todo cambió definitivamente.

 

Me acuerdo de todo, el 24 de febrero de 2022 Rusia invadió Ucrania. Cuando entendimos que la guerra iba a ser irreversible, entendimos que en algún momento mi padre sería llamado por el ejército ucraniano para combatir en la guerra. Intentando prevenir esta situación, intentamos huir del país hablando con nuestros familiares rusos para refugiarnos allí. Pero ellos no entendían la situación que estábamos viviendo los ucranianos entonces. En otras palabras, ellos defendían a Putin decían que éramos manipulados por Occidente. Tras una discusión, un día mi prima y yo dejamos de hablarnos.

 

En poco tiempo estábamos en plena guerra. Nuestra vida cotidiana estaba acabada y ya no podíamos huir. Habían llamado a mi padre y a mi hermano para ayudar al país. La despedida más dura de mi vida, ver como las personas a las que amas se van alejando, lentamente, para no volverlas a ver; quizás, nunca más. El vacío en mi corazón empezó aquel día. Mi hermano que quería ser profesor, con tanta vida por delante, era ahora soldado; y mi padre, al que tanto quiero, tristemente tendría que luchar contra su gente.

 

Ahora solo quedábamos tres, las únicas personas que seguían en mi vida, mi único apoyo en ese momento. Intentamos seguir con nuestra vida normal, a pesar de la situación, pero eso no duró mucho tiempo. Un día mi madre y mi hermana pequeña se convirtieron en lo que llaman un “daño colateral”. Volviendo de comprar lo necesario fueron arrasadas por un misil y perdieron la vida en ese mismo instante, un instante que fue causante de mi derrumbe emocional; desde entonces mi vida se dibuja en gris oscuro. No me quedaba a nadie, ni mis familiares en Rusia, ni mi padre o hermano que fueron obligados a formar parte del ejercito completamente en contra de su voluntad; pero ahora tampoco mi madre o hermana que en paz descansen que, desde el cielo, segura estoy de que me cuidan.

 

Solo quedaba yo en un país muriendo a causa de la guerra y sin futuro. Por eso, cegada por la tristeza y la duda, decidí unirme a un grupo de vecinos que iban a intentar salir del país. Me preparé para ello, escribiendo cartas dejando el destino y explicando todo lo que había pasado en el buzón de mi casa, entregándoselas a unos vecinos que se iban a quedar y escribiéndolo por teléfono a mi padre y a mi hermano con la esperanza de que algún día, cuando regresen, puedan venir a por mí.

 

De camino hacia Polonia, nos robaron, nos quedamos sin gasolina, nos moríamos de frío, de hambre, de sed. Pero lo peor era el vacío que sentía, tanta tristeza, angustia, frustración... un color gris oscuro que lo inunda todo. Gracias a un vecino que me acompañaba en este viaje, rechacé el ofrecimiento de un hombre, que según él me explicó, pertenecía a un grupo de mafiosos. El hombre intentó convencerme para que me fuera con ellos. Pero mi vecino me explicó que querían prostituirme, haciéndome creer que me quitarían las penas dándome una vida mejor. Yo, que ya no entendía nada, desde ese momento entendía menos. Aun así, siempre le estaré agradecida a mi vecino.

 

Desde Polonia, una ONG me explicó que me buscarían un lugar en Europa donde estar hasta que terminara la guerra. Ahora vivo en España donde la gente es alegre y feliz, en general. Pero lo único que veo yo es un futuro con una vida sin mi familia, fuera de mi país, rodeada de gente extraña. Desde entonces me pregunto ¿por qué? ¿Por qué yo? ¿Qué he hecho? Aunque Putin esté loco y me haya quitado lo que más amaba, mi vida, mi alma, todo ¿Qué justifica tanta tristeza y desesperación? ¿Era imprescindible la guerra? La gente solo piensa en la guerra desde lejos, en el número de muertos, en las negociaciones entre países e instituciones; pero luego se olvida, es normal. Sin embargo, yo solo veo la cara de mis vecinos, las personas que me quisieron prostituir, todos esos cuerpos sin vida y esas familias ahogando su dolor y su pena, sin casa, sin familia, sin país. Gente como yo.

 

Es un gris oscuro que me duele y me dolerá. No veo la cara de mi padre y de mi hermano salvo en sueños, en gris oscuro, sin saber si siguen con vida, dónde se encuentran y si nos volveremos a ver algún día. Quiero pensar que sí. Mi madre y mi hermana, como tantas otras personas, no se merecían ese final tan cruel; personas a las que quería como a nadie en este mundo. Esta guerra se ha llevado mi vida y aunque ahora veo el cielo azul y miro el sol amarillo, mi corazón y mi alma siguen en gris oscuro.


Elena Rodríguez, 1B, 02/11/2023

 


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