Iciar Oslé (Próxima estación)






 PRÓXIMA ESTACION

Los seres humanos somos animales de costumbres y, como tales, buscamos las rutinas. Un buen momento para poder observar estas rutinas es a primera hora de la mañana. Miles de millones de madrileños corriendo con prisa de un lado para otro, buscando la puntualidad o, simplemente, bostezando y andando con el peso de las pocas horas de sueño colgando debajo de sus ojos... dentro de esa multitud ciudadana me encuentro yo, haciendo el mismo recorrido día sí, día también para ir a trabajar.

Hoy es día 6 de febrero de 2004, un día cualquiera en mi vida, en la vida de una persona completamente normal que se dirige a su lugar de trabajo en los trenes de cercanías de Madrid. Como siempre, cojo el C4 de las siete de la mañana. Llevo tantos años cogiendo este tren que ya distingo a los pasajeros habituales con los que suelo compartir el trayecto. Sin embargo, a estas horas de la mañana, la poca conversación se agradece, así que siempre saludo con un pequeño gesto de mi cabeza. Una vez entro en el vagón me siento en un compartimento de 4 asientos vacío, lo que me permite elegir mi asiento preferido, el más cercano a la ventana. Una vez acomodada, saco mi iPod con mis auriculares y aprovecho para escuchar un poco de “La Oreja de Van Gogh”.

Embobada en las letras y en mis propios pensamientos, la vida seguía su curso, interrumpida únicamente por las paradas correspondientes de la línea... pero de repente, llega una novedad, y es cuando por fin le veo. Jamás había visto a un chico tan atractivo, tan alto, con unos ojos verdes en los que te podrías perder, y con un pelo castaño torpemente peinado. Me quedé embobada mirándole y apreciando cada facción... sin darme cuenta se giró, y yo, tímidamente, aparté la mirada, muerta de la vergüenza ante la posibilidad de que se hubiera dado cuenta de la presencia de mis ojos sobre él. Afortunadamente, el chico misterioso decidió sentarse a dos compartimentos de distancia, por lo que podía continuar mirándole sin ser descubierta, fantaseando una historia de amor típica de película de Hollywood... la voz de la mujer que nombra las paradas del cercanías me despierta de mis fantasías... me pongo en pie y le dirijo un último vistazo antes de que se abran las puertas y baje del coche sabiendo que jamás le volvería a ver.

La llegada del fin de semana la recibí con pena... solo lo quería volver a ver, aunque mi parte racional estaba intentando autoconvencerme diciéndome que no fuera una ingenua. Pero esa parte infantil y fantasiosa me impulsa a tratar de encontrar el valor de cruzar el vagón y preguntarle quién es.

Jamás había imaginado que un lunes podría cogerse con tantas ganas... tenía el estómago totalmente cerrado por los nervios de volver a verle... los minutos se me hacen más lentos conforme el tren va acercándose a su parada... poco antes de que el tren frene, aprovecho para atusar mi pelo y comprobar mi aspecto en el reflejo de una de las ventanas del vagón... cuando me quiero dar cuenta lo veo. Sonrío sin darme cuenta, mientras él deposita su mirada cálida en mí. Mi corazón se acelera y procedo a alisarme la falda más bonita que encontré en el armario y que, aunque parezca una locura, la llevaba por él.

La suerte o el destino se puso en mi favor y se acercó al compartimento donde yo estaba sentada. Cuando toma asiento, me intento hacer la loca, o la tranquila, suplicando al universo que no se dé cuenta de lo nerviosa que estoy por verle de nuevo... trataba de encontrar el valor para hablarle, sin embargo, solo podía sentir como me empequeñecía en el asiento y comenzaba a temblar.

Y así pasaron los días, de lunes a viernes, en los que traté de superar mi timidez y vergüenza para preguntarle quien es, pero siempre en vano. Tan solo iba y venía el silencio entre nosotros.

Pero hoy es un día diferente, en el que me siento diferente. Hoy me despierto con la idea de que será un gran jueves. Un día que marcará un antes y un después en esta película hollywoodiense a la española que yo iba a decidir dar comienzo.

Me subo en el tren de las 7:01, como siempre. Afortunadamente, hoy hay huelga de estudiantes y se nota menos afluencia de gente. Procedo a sentarme en un asiento cercano a la ventana, aunque con la vista despejada para poder comprobar si el chico misterioso aparece como cada día desde el último mes, de entre las puertas automáticas del vagón. Los nervios se apoderan de mí y los latidos de mi corazón me impiden escuchar bien los anuncios de las paradas. La espera se me hace eterna. Pero finalmente, ahí te encuentras: vestido con ese traje azul marino y con tus ojos de mirada cansada pero cálida.

Tomo aire, y me levanto. Mis pies toman el control y me acercan hacia tu asiento mientras mis labios se entreabren para tartamudear un muy torpe “hola”. Pasa un instante que para mí dura eternamente, y en el que mi cabeza aprovecha para decirme que seguro que piensas: “que chica más tonta”. Pero tus ojos y labios me responden, confesando que cada día rechazabas el directo para elegir este tren, aunque tuvieras que hacer un transbordo que añadía 10 minutos más a tu trayecto.

Que día tan especial, este 11 de marzo, en el que por primera vez me coges la mano antes de cruzar ese túnel que apagó la luz.

Recuerdo gritos y chillidos de auxilio, pero, sobre todo, recuerdo dolor. Mi cabeza no comprende que ha pasado, qué ha podido cambiar en un instante. Del silencio al ruido, de la luz a la oscuridad, de la felicidad al sufrimiento. Le encuentro la cara gracias a mis manos y a pesar del dolor que siento por todo mi cuerpo, tomo aire para encontrar el valor que me hace besarlo en los labios. Finalmente, le oigo como me susurra que me quiere, antes de yo poder regalarle el último soplo de mi corazón.

Icíar Oslé Herrero

1º Bach. B

N.º 18

30 de octubre de 2023

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