Elena Rodríguez (La noche del 6 de mayo de 2015)


LA NOCHE DEL 6 DE MAYO DE 2015

6 de mayo de 2015

Otro día más sin poder concebir el sueño, me vuelvo a despertar oyendo los gritos de mamá. Está pasando otra vez, agarro a Coco mi peluche de la infancia y lo abrazo fuertemente, como si él me escuchase, como si entendiese todo lo que está pasando en casa y pudiese aliviar mi dolor. ¿Cómo le puedes hacer esto a una persona a la que quieres? ¿Acaso es por mi culpa? ¿Soy yo el causante de toda esta situación? Empiezo a cantar la nana que mamá me cantaba de pequeño para no escuchar el dolor en su voz y la rabia y furia que está descargando Papá sobre ella.

Se empiezan a calmar, escucho los pasos de alguien corriendo por el pasillo y encerrándose en el baño, debe ser Mamá intentando esconderse otra vez de ese monstruo. En estos momentos solo puedo agradecer a Dios por ser hijo único y no tener que sufrir el doble. Me armo de valor y con Coco en la mano derecha decido quitar el pestillo de mi habitación y salir en busca de mi madre, a ver si hoy me la encuentro con menos sangre que ayer, a ver si al menos hoy mi padre no la ha pegado latigazos con la hebilla del cinturón y por suerte tenga la espalda bien y no derramando sangre.

Al llegar a la puerta del baño llamo con pudor, no quiero que mi madre pase miedo y se asuste, así que le digo con voz cortante que soy yo, Nico, que no se tiene que preocupar. Ella tarda en contestar, creo que le da vergüenza que su hijo de 11 años la vea así, destrozada y desolada, pero con alguna esperanza de poder vivir la vida que ella tanto deseaba. Ese sueño de familia divertida y cariñosa que sé que en el fondo no se quita de la cabeza porque sigue enamorada de ese bestia y piensa que algún día todo cambiará por arte de magia. Me abre la puerta tras limpiarse las lágrimas de la cara, noto como su mirada se clavaba en mí y entre lágrimas me dice una frase que se me queda grabada en el corazón. “Hijo, tú para mí lo eres todo, eres el regalo que Dios me manda para poder seguir hacia delante. Daría mi vida por ver esa sonrisa que me regalas todos los días.” “Eres mi presente, mi futuro y la razón por la que no me rindo, te amo”

¿Qué se le dice a tu madre en estos momentos? Cuando la ves en el suelo con la cara llena de moratones y el alma rota en mil pedazos, intentando contenerse las lágrimas.

Con un gran nudo en la garganta la levanté del suelo y le dije “Tú puedes mamá, hazlo por nosotros dos” Me abrazó y para mí se congeló el tiempo, hasta que oí la voz de mi padre gritando que saliésemos del baño, que llevábamos mucho tiempo. Le di la otra mano a mamá y la levante, la miré a los ojos y con valentía salimos del baño. No podía verle la cara a mi padre, le despreciaba tanto que quería matarle, la próxima vez que le pusiese la mano encima a mamá lo iba a lamentar.

Sé que soy la causa de todo esto, no tendría que estar aquí desde el primer momento, si mamá no se hubiese quedado embarazada a lo mejor no estaríamos en estas circunstancias. A lo mejor mamá y papá se querrían como antes. Es toda mi culpa, ¿Si desaparezco esto se acabaría? ¿Mi madre y mi padre se volverían a querer como antes? Miles de pensamientos rondaban en mi cabeza, pero si mamá me ha dicho que soy su presente y su futuro probablemente lo único que necesite sea tenerme a su lado, no querría hacerla daño yo también.

Ahora me toca prepararme para ir al cole, ese sitio en el que sufro tanto, por miedo a que a mi madre le pase algo y yo no estar ahí, al lado suya.

 Mis compañeros no saben nada de la situación que estoy viviendo en casa y espero que se quede así poque no me gustaría que me mirasen con cara de pena cada vez que entre por la puerta, ya bastante mal lo estoy pasando en casa como para también pasarlo mal allí. A veces consigo olvidarme de mis preocupaciones cuando juego al fútbol con Iván y estos, pero luego veo a un padre recogiendo a su hijo pequeño y recibiéndole con los brazos abiertos y pienso, que le costaba ser como esos padres que tanto quieren a sus hijos y tanto cuidan de sus familias. Aunque hay una parte de mí que no quiere que ese sufrimiento por el que pasamos mi madre y yo diariamente lo vivan otros.

Hoy está siendo un día muy duro, más de lo normal. Al volver a casa, mi madre volvía a tener la nariz sangrando, así que la ayudé a limpiarse cuidadosamente y le recordé que ella podía con todo, que todo esto pronto acabaría. Si alguien me avisase de lo que iba a pasar es noche, nunca hubiese vuelto a casa. Me fui a mi cuarto a hacer los deberes y jugar a la play, a ver si así conseguía olvidarme de todo, ya que a mi padre le llamaron del trabajo para hacer una gestión de último momento.

No pasaron ni 15 minutos y ya escuché un portazo que venía de la habitación de mis padres, ya había vuelto, estaba cansado, esta situación me sobrepasaba. Mi cabeza me decía que no pero mi corazón quería salvarnos a mi madre y a mí del monstruo de mi padre. Así que me fui al baño, y detrás del espejo cogí una pistola que mi padre llevaba guardando años, no sé por qué no la usé antes, pero sabía que este era el momento. Guiado por la rabia que sentía abrí la puerta de la habitación de mis padres y vi que mi madre volvía a estar en el suelo llena de sangre, y mi padre esta vez tenía el cuchillo de la carne en la mano, la estaba haciendo cortes. Miré a mi madre directamente a los ojos y la sonreí, sabiendo que con una sonrisa le explicaba todo lo que iba a suceder y de mi boca salieron las siguientes palabras, “Este no te pega más”. Agarré la pistola y el resto es historia.

 Menuda noche la del 6 de mayo, ojalá volver a nacer teniendo otro padre.

 

Elena Rodríguez, marzo de 2024

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