Roberto Albentosa (Un máster en vida)


 

UN MÁSTER EN VIDA


Érase una vez un aventurero llamado Santi, con problemas desde muy pequeño, con una infancia difícil y en un barrio complicado. Tuvo una adolescencia muy dura, no iba al colegio e incluso estaba metido en las drogas. Uno de sus peores momentos llegó cuándo su mejor amigo falleció en el atentado del 11M en 2004, seguía pasando el tiempo y él seguía llamándole e incluso durmiendo en su habitación, ya que él no aceptaba su muerte hasta que llegó un día en el que se toma un bote de pastillas y le encuentran inconsciente. Este intento de suicidio fue un punto de inflexión muy importante en su vida y a partir de ese momento él empezó una segunda vida. Comenzó a practicar el boxeo y en aquel momento esto se convirtió en su medicina, además de conocer a mucha gente. Asimismo, inició su afición por viajar, y empezó con Europa y América.

 

Un día decidió irse con un amigo a Brasil de voluntariado, sin vuelo de vuelta y dejando su trabajo en España que consistía en labores logísticos. Después de pasar 3 meses en Sudamérica de voluntariado, empezó a sentir su voluntad de ayudar a la gente y conocer diferentes culturas.

Tras un tiempo en España, tuvo una nueva idea de viaje y decidió irse en bicicleta desde España hasta Arabia Saudí, paró en orfanatos y hospitales ayudando a niños y acabó el viaje en la Supercopa de España para ver a su equipo, el Real Madrid.

 

Su aventura en bicicleta fue dura, pero asimiló muchas enseñanzas y aventuras parando en muchos países con diferentes culturas y conociendo a gente de todo tipo, además de ayudar a toda la gente que se encontraba a lo largo de su camino hacia Arabia Saudí. Tras la supercopa decidió hacer el mismo viaje de vuelta.

 

Su retorno a España iba muy bien hasta que le tocó el COVID 19 y estuvo un tiempo en Grecia en casa de un amigo que conoció allí. Allí se enteró de que había un campo de refugiados cerca de dónde vivía en aquel momento y un día decidió acercarse con su bicicleta.

 

Ya en el campo de refugiados, se encontró a dos chicos de 14 años, uno era de Afghanistan y el otro de Irak, que le invitaron a su casa. Después de 5 meses en el campo de refugiados organizando torneos de fútbol, dando clases de español y muchas más aventuras decidió volver a España tras muchos meses de aventuras y solidaridad que él describe cómo un máster en vida.

En España él tenía trabajo estable y muchas amistades, pero seguía buscando una nueva aventura hasta que se le ocurrió la idea de viajar desde España a Qatar, esta vez caminando, con el fin de llegar al mundial del 2022 y de seguir ayudando a los más necesitados. Empezó su viaje con un carricoche que llevaba sus pertenencias agarrado a su cintura con un arnés. Cada vez se le hacía más duro ya que todos los días andaba muchos kilómetros, por lo tanto, buscaba parar de vez en cuando y volver a reencontrarse con gente que ya conoció previamente y también con gente nueva que iba conociendo en el día a día de su aventura.

 

Llegó a Irán, el último país antes de entrar en Qatar, allí tenía un contacto llamado Ali que conoció en su viaje anterior, el cual iba a ser su guía en Irán. El mismo día que cruzaba la frontera, Santi tenía que ir a un hospital en Teherán (capital de Irán) para hacer un show a los niños del hospital. Santi se subió al coche de Ali, que le iba a llevar a Teherán, pero empieza a llevarle en una dirección opuesta a la que le tenía que llevar y Santi le empezó a preguntar cada vez más enfadado. Ali le decía que iban a comprar una cosa muy importante, todo esto a través del traductor de Google. Llegan a una tumba dónde Ali se quería hacer unas fotos, al mismo tiempo Santi no se fiaba mucho, pero estaba muy cansado y sólo quería dormir. Después de hacerse la foto en la tumba deciden buscar un hotel dónde pasar la noche mientras estaban en el aparcamiento dónde Santi ya estaba cogiendo su mochila, fue entonces cuando un policía se le acerca y le obliga a meterse en otro coche mientras Ali se va hacia el suyo. En ese mismo momento empezó su larga tortura.

 

Le ponen una cinta en los ojos y se lo llevan a un centro de detención, cuando llega se empieza a calmar, después de asegurarse que eran policías ya que él sabía que era inocente y pensaba que le iban a dejar en libertad muy pronto, sin embargo, bajo el criterio de Irán, él no era inocente.

 

Lo trasladaron a una cárcel en la capital del Kurdistán donde estaba encerrado las 24 horas del día, no se apagaban las luces y lo sacaban a un patio 10 minutos cada 3 días. Santi sufría tanto en ese centro que hasta empezó a hablar con las hormigas, y a partir de ese momento su familia y amigos pensaban qu había fallecido, ya que llevaban muchos días sin saber nada de él. Posteriormente, a los 42 días en ese infierno le trasladan a otra prisión, en la que compartía celda con otro preso. Fue en ese momento cuando recibió la primera visita de la Embajada española en Irán y Santi, por fin, sabe que le acusan de espionaje. Después de 1 mes en esa prisión le trasladan a la peor cárcel de Oriente Medio.

 

La primera celda que le dan en esta nueva prisión era minúscula y sólo había una cama, allí pasó 20 días en los que no podía hablar con ningún otro preso y le sacaban al patio cada 3 días, a todo esto, a él le iban diciendo que iba a salir, pero nunca llegaba ese deseado momento.

Posteriormente, le trasladaron a otra zona de la prisión dónde tenía mucha más libertad y dónde su habitación contenía 9 literas. Allí compartían la celda un total de 9 presos. Había un patio dónde se podía hacer deporte y lo tenían abierto durante casi todo el día y también había librería. En ese momento, Santi sufría por el momento de salida, ya que le decían una fecha, llegaba y no se iba, mientras iban pasando los meses y él seguía sufriendo esa tortura psicológica. Además, el juez que le tocó era el más temido de Irán, el 90% de presos que pasaban por su sala acababan en la horca. Al mismo tiempo, Santi seguía encontrando la felicidad conociendo nuevas personas, haciéndoles felices, dando clases de español y organizando torneos de fútbol.

 

Un día volvió a la sala donde le juzgaban y el juez le dijo a Santi que sabían que no era un espía, pero le tenían qué acusar de algo. Así, el juez le propuso que firmase un acuerdo en el que le acusaban de haber alterado el orden en el país y que tenía que cumplir una condena de 1 año y 6 meses en la cárcel, si no lo firmaba, Santi se vería obligado a luchar por su inocencia. Finalmente, Santi decidió firmar el acuerdo ya que el poder lo tenían ellos y no quería tener más problemas.

 

El 31 de diciembre de 2022, 1 mes después de que firmase el acuerdo, él ya tenía preparada toda la cena para la nochevieja y la fiesta a celebrar en la prisión, pero, de repente, le dijeron que se iba en libertad.

Todos los presos le acompañaron hasta la salida de la sección, aun así, Santi seguía dudando de su libertad. Dentro de la cárcel los guardias le llevaron a una sala dónde estaba el Embajador español y, finalmente, se fueron de la cárcel juntos a la Embajada en Teherán. Tras 2 días allí, por fin coge el avión de vuelta y retornó a la libertad.

 

Esta es la historia de Santi, estuvo preso 15 meses en Irán siendo inocente. Fundamentalmente estuvo preso porqué era español y España tenía la presidencia de la Unión Europea e Irán vive bajo unas sanciones de Europa. Justo liberaron a Santi el día que España dejaba de tener la presidencia de la Unión Europea.  Santi no guarda ningún rencor y se queda con lo aprendido.

 

Esta historia es una gran lección de vida, primero por demostrar una voluntad de hierro para darle un nuevo giro y sentido a su vida, que tan en el fango estaba. Segundo, por su afán de solidaridad con los más débiles y necesitados, esencialmente los niños y su ansia de transmitir felicidad a todos. Y tercero, por su gran capacidad de resistencia, tanto física como psíquica, en especial esta última.

 

 

 

 

 

 

Roberto Albentosa Murillo, 1 Bach B, mayo y 2024

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