UNA
SONRISA COMO DETONANTE
Pulso
el botón de encendido y la pantalla se ilumina. Pasados dos minutos ya siento
como mi almuerzo se va abriendo paso por mi garganta, en dirección a mi boca.
Me levanto de un salto y me acelero apresuradamente hacia el servicio. Mientras
estoy arrodillada, en espera de que las náuseas deriven en vómito, mi mente va
repitiendo la secuencia de las imágenes recientes en un bucle infernal e
interminable. Si hubiera estado al tanto de la oscuridad en la que me iba a
sucumbir, nunca hubiera husmeado, nunca hubiera empezado una conversación con
ese chico. Ese chico…
Recuerdo
cuando le conocí por primera vez, nuestra primera toma de contacto. Una simple
pregunta como “¿Perdona, sabe dónde está la parada de metro más cercana?” se
convirtió en días enteros en compañía, carcajadas con sus amigos, ser
considerada un miembro más de la familia por sus padres e incluso sacar lo más
profundo de mi ser y compartirlo con él en calmas noches de verano. Como darle
una pequeña porción de mi alma.
El
chico se llamaba Adrián y era dos años mayor que yo. Al tener él diecinueve
años, asumí que estaría estudiando, ya sea un grado universitario o quizá una
formación profesional. Sin embargo, me comentó que él no tenía la necesidad de
estudiar. Me dijo que ya había encontrado su vocación. Esta se trataba de
invertir su tiempo de estudio en filmar cintas. Según él estaban muy bien
remuneradas, porque eran un bien escaso en la sociedad de hoy en día y aún
había personas que las preferían. Me pareció muy interesante y admiré que
Adrián pudiera trabajar de una de sus pasiones: el cine. Me quedó bastante
claro y ninguna duda más cruzó mi mente, de tal manera, que ese tema nunca más
surgió en nuestra conversación. Gran error.
Al
llegar su cumpleaños quise organizarle algo especial porque, a pesar de ser
solo amigos, para mí eso es lo que era Adri: especial. Busqué con anticipación
planes originales que a él le pudieran gustar. Me decanté por un autocine, una
combinación de sus dos intereses favoritos (el cine y los coches). El plan
perfecto.
Me
presenté en su casa ese mismo día, el cual sabía que tenía libre. Adri no se
encontraba en casa, pero su madre se ilusionó con mi idea y accedió a ayudarme
a prepararle una tarta de cumpleaños. Decoramos su cuarto con guirnaldas y
acordamos que ella me mandaría un mensaje cuando Adri llegara. Así que, me
senté pacientemente en la cama a su espera.
Estaba
demorándose mucho y mi paciencia se acababa por momentos. Para evitar entrar en
desesperación, me dediqué a analizar cada rincón de la habitación hasta toparme
con unas cintas apiladas en una esquina de una de las baldas atornilladas a la
pared. Asumí que eran las obras de Adri y la curiosidad por ver su trabajo me
pudo. Me hice con una y la introduje en un videocasete situado cerca de mí.
Otro gran error, catastrófico más bien.
Ahora,
arrodillada ante el retrete, tras haber echado definitivamente todo mi almuerzo,
mi mente está maquinando cómo debería actuar después de ver esa atrocidad. Mi
debate interno se ve interrumpido por la vibración de mi teléfono móvil,
proveniente del bolsillo trasero de mis vaqueros. La señal de su madre.
Me
incorporo velozmente, corro hasta la habitación, saco la cinta del videocasete
y la coloco en su sitio original. Un momento después, localizo a Adri
atravesando el marco de la puerta. Fuerzo una amplia sonrisa y me dirijo a
darle un abrazo. “Actúa normal” repite mi mente una y otra vez.
Estuvimos
conversando sobre la tarde noche que nos esperaba y, durante la conversación,
no podía evitar dirigir la mirada hacia las cintas. Un cúmulo de pensamientos
caóticos y desordenados formando un nido en mi cabeza. La voz de Adri me
levanta de mi ensimismamiento. Vuelvo mis ojos a él y me encuentro con unos ojos
color miel penetrándome. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo causando que
me encoja de miedo e incertidumbre. En respuesta, una sonrisa inquietante se
forja en su rostro causándome otro escalofrío. “Corre” pienso automáticamente.
Mi
cuerpo obedece y, en un movimiento brusco hago el intento de salir en carrera.
Desafortunadamente, tras mi primer paso noto como un objeto de madera choca
contra mi cráneo, seguido de un dolor punzante en mi nuca. Me intento girar
para visualizar a Adri y, antes de conseguirlo, me desplomo al suelo de lleno.
Abro
los ojos. Me encuentro en medio de un bosque, sin rastro de vida. En primer
plano se encuentra el cumpleañero de pie y de brazos cruzados. “No entiendo tu
reacción, te hablé sobre mi trabajo y no tuviste ninguna molestia con respecto
a él. Además, sabes que me apasiona el cine” soltó negando con la cabeza. A
pesar de mi cabeza entumecida y un leve mareo, pude responder. “Grabar como
torturas a personas y las descuartizas no es cine” Él se limitó a sonreírme
“Tienes razón, está muy visto ya eso. Contigo seré más original”
Sara Sierra Parrilla 1º de Bachillerato B Mayo 2024
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