Adriana Torinos (ALUAP)


 

ALUAP


Cuando una persona está al borde de la muerte lo único que piensa su cabeza es irse, su mente esta negra y nublada, no hay nada ni nadie que pueda hacer cambiar su opinión. Pero ¿hasta qué punto ha de sentir una persona para quitarse lo más preciado que Dios nos ha dado? Una pregunta que tiene mil respuestas y ninguna es válida, y os preguntaréis por qué, pues porque nunca llegamos a conocer el dolor tan fuerte que siente una persona en su interior. Nunca pensamos en los demás, quizás porque somos unos egoístas o simplemente nos cae mal y decidimos mirar hacia otro lado olvidándonos de su existencia.

 

 

A la hora en la que la persona se arma de valentía, bueno, yo no lo denominaría valentía, más bien diría cobardía camuflada, por qué, pues por el simple hecho de no querer seguir luchando tu propia batalla y rendirte ante tu peor enemigo, la mente. Sí, esa misma que nos hace llegar a la mejor nota de nuestra promoción es la misma que nos puede hacer desaparecer de aquí huyendo de la manera más cobarde posible, el suicidio.

 

 

Una palabra corta pero intensa, sobre todo para aquellas personas que tienen que levantarse todos los días deseando que ese sea el último día que abran los ojos, para aquellas personas que no ven luz al final del túnel y aun que penséis que no, también para aquellas personas que van con una sonrisa de oreja a oreja.

 

 

Nadie te prepara para ese día, ni si quiera tu mente aunque ella sea la causante y te lo haya estado repitiendo miles y miles de veces, quieres huir pero a la vez te quieres quedar, pero sabes que cada día que pasas viva es un infierno. Solo quieres que tu corazón deje de latir, pero cada vez que lo piensas se acelera más, unos temblores empiezan a recorrer tu cuerpo, y ahí estas, otra vez tirada en la cama a punto de hacerlo.

 

 

Estuve quieta, mirando mi reflejo que salía en el espejo, ¿de verdad mereces esto? Me repetía una y otra vez a mí misma, sí, esa era la única respuesta que mi mente era capaz de darme, ¿por qué un sí y no un no?, tal vez si me merezco todo esto, tal vez morirme sea la mejor opción.

 

 

Perderme a mí misma hizo que dejara de tener la motivación que antes sentía por las cosas, yo misma era la persona que sostenía mi vida y llego un momento en donde ya no podía hacerlo, había perdido el rumbo de mi vida por completo, solo veía una cosa clara, el camino hacia el fin.

 

 

Dar un abrazo lleno de lágrimas sabiendo que puede ser el último, tener en conciencia cosas que no puedes decir por miedo, ver miradas inmóviles mientras la tuya solo da vueltas y notas como a tu alrededor hay alboroto, ¿lo raro?, es que tu no lo escuchas, dejas de sentir incluso tu propia presencia.

Cuando al fin piensas que todo se va a acabar, que ese sufrimiento que llevas se va a desvanecer para siempre y vas a poder descansar, llega un pequeño suspiro, tu propio suspiro que te da fuerzas para que continues la batalla porque por muy difícil que se ponga siempre hay un pequeño rayito de luz al final del túnel, aunque ahora mismo no seas capaz de verlo conseguirás hacerlo, igual que yo lo estoy haciendo.

 

 

Todos siempre lidiamos con una batalla en nuestro interior y aunque en ese instante pensemos que no podemos te prometo que siempre hay un motivo para seguir adelante y continuar tu batalla más fuerte.

 

 

 

 

 

 

Adriana Torinos Romero 1A

06/02/2025

 

 

 

 

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