DONDE LAS OLAS NO LLEGAN
Cristina salía tarde del trabajo
otra vez, manchada de harina tras un largo día trabajando en la pastelería que
su madre le había dejado antes de fallecer, el lugar era pequeño pero acogedor,
aún conservaba su esencia, las cortinas de flores en la ventana, el viejo reloj
de la pared que siempre se detenía sin razón y ese característico olor a
vainilla que a pesar del tiempo siempre estaba en aquel lugar.
Su madre siempre le decía que la
repostería era un arte de paciencia, esfuerzo y paz, pero a Cristina le costaba
encontrar esa paz desde que ella se había ido. por lo que esa pastelería no era
solo un legado si no un recordatorio constante de su marcha.
Por la noche empezó una tormenta
feroz, pero no imaginó el daño que podría haber causado hasta que llegó y
encontró el agua cubriendo el suelo de su pastelería. Las mesas flotaban, las
ventanas quedaron destruidas y el olor a vainilla y azúcar quedó mezclado con
el olor a barro y humedad de la tormenta.
Pronto escuchó una voz, era
Guillermo, Cristina apenas lo conocía de vista lo había visto un par de veces
caminando por el puerto o pasando en frente de su pastelería y aunque siempre
le había llamado la atención nunca tuvo el valor de hablarle hasta ese momento,
Guillermo la miraba como si su única opción fuera ayudarla. Había llegado ahí
tras volver del puerto donde trabajaba como pescador, y aunque Cristina no
quería molestarle este insistió y así fue como poco a poco juntos fueron
rescatando lo poco que aún servía.
Pasaron horas juntos en silencio al
principio, pero a medida que pasaban las horas ese silencio se fue convirtiendo
en risas. al llegar la noche ambos terminaron sentados alrededor de todo lo que
habían arreglado y así fue como Guillermo giró la cabeza hacia ella y le dijo
“un día tendremos una casa donde las olas no lleguen” Cristina lo miró
sorprendida y sin saber que responder y simplemente se quedó mirándolo.
Cristina y Guillermo continuaron
viéndose y cada vez se daban cuenta de la cantidad de cosas que tenían en común.
Pasarón días meses años y la vida de ambos se convirtió en una rutina feliz.
Cristina pudo retomar su trabajo en la pastelería mientras que Guillermo se
embarcaba a veces en peligrosas travesías por el mar, pero esto nunca fue un
problema para ambos.
Hasta que un día Guillermo llego con
una nueva noticia, le habían ofrecido embarcarse durante una semana en alta mar
algo que podría ser peligroso pero el dinero que ganaría podría servir de mucha
ayuda para ambos, por lo que Cristina un poco preocupada decidió apoyarlo. al
fin y al cabo era a lo que Guillermo se dedicaba
.
Los días pasaron lentamente desde la
ida de Guillermo y aunque la preocupación de cristina no había desaparecido
esta seguía centrada en su trabajo porque total, ¿que podría salir mal?
Sin embargo, llego una violenta
tormenta sin previo aviso, el cielo de volvió gris y el viento soplaba cada vez
más fuerte Cristina no podía parar de pensar que le estaría pasando a Guillermo
en ese mismo instante. Hasta que pocos días después le llegó la noticia, el
barco había sido encontrado sin rastro de alguien con vida, Cristina al
escuchar esto se quedó paralizada, no supo cómo reaccionar la gente de su
ciudad desde ese instante nunca la volvieron a ver igual todos decían que algo
en ella había cambiado.
Mientras tanto Cristina todas las
noches paseaba por la orilla del mar negándose a asumir que Guillermo ya no
estaba, ella seguía con la esperanza de que este volvería a por ella y que todo
volvería a ser como antes.
Hasta que un día inesperadamente nadie
volvió a saber nada de Cristina, esta había desaparecido, muchos pensaron que
esta había huido de la ciudad para evitar estar en contacto con todo lo que le
recordara a Guillermo y poder empezar de cero.
A la mañana siguiente, la
encontraron flotando entre las olas, con los ojos cerrados y una enorme sensación
de paz, finalmente eran Cristina y Guillermo juntos por fin, donde las olas no llegan.
Blanca Seder Sanz 1ºBachillerato A
3 de febrero del 2025
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