Ignacio Hernanz López (La dictadura del terror)


 LA DICTADURA DEL TERROR

Guecho, 1987. La familia Urtubi era una familia tradicional de Guecho formada por los padres Don José y su esposa Doña Carmen y sus dos hijos, José de 19 años y Ane de 17. La familia era dueña de un típico asador situado en el Paseo Muelle de las Arenas que se había traspasado de generación en generación. El asador construido a base de piedra gris y con un estilo de caserío vasco que olía a brasas y carne asada era la base tanto económica como sentimental de la familia Urtubi y era el lugar típico donde los vecinos de la zona comían, hablaban y disfrutaban de su tiempo libre.

El País Vasco viva unos años tensos en los que banda terrorista ETA estaba pasando sus momentos de más violencia, en los que el independentismo abertzale había tomado el control de las calles. Esto algunas veces les costaba alguna mirada o algún menosprecio de los que eran más separatistas.

A pesar de la popularidad del asador Urtubi la familia no conseguía tener unos grandes beneficios, que solo les daban para llegar a fin de mes y poco más. Un día como cualquier otro llegó la temida carta, la carta que iba a cambiar la vida de toda familia, era la carta en la que la banda terrorista reclamaba el llamado impuesto revolucionario amenazando de la muerte a Don José si no pagaba dicha cantidad. El impuesto revolucionario era una cantidad de dinero que pedía ETA a empresarios, comerciantes y otros ciudadanos con el que podrían subvencionar las armas y la banda terrorista. Está carta vino a la familia muy mal ya que no tenían el dinero para pagar el impuesto ni juntando todos sus ahorros.

Los días, las semanas y los meses pasaban y Don José intentaba buscar la fórmula de pagar el dinero a la banda abertzale, hasta que un día llegó la segunda carta, en la que se metía prisa al padre de la familia para pagar sus deudas con ETA. Esa carta, como la anterior, exigía el dinero, pero amenazaba de forma más directa y violenta a Don José. Don José y Doña Carmen se sentaron en el comedor de su casa para hablar de las dos posibles soluciones: la primera era quedarse en Guecho, quedarse donde habían crecido de niños y donde habían criado a sus hijos, y la otra solución era la más segura, la de escapar, la de huir del terrorismo, la de marcharse de su tierra y asegurar un futuro para la familia. Tras la conversación tomaron la decisión de quedarse y de aguntar aquel calvario.

Un domingo por la mañana Don José se levantó, desayunó, se ducho y lavó los dientes y se fue directo al asador consciente de que aquel era el día con más clientes. Cuando bajó al garaje, con algo de temor por la última carta que le habían escrito los de ETA, miró los bajos de su coche por si acaso le habían puesto algún explosivo. Yendo con el coche hacia su restaurante se fijó en las pintadas que había en la calle, en aquellas salían ofensas contra él y contra su

propia familia por el impago del ¨impuesto revolucionario¨. Cuando acabó el que en teoría iba a ser el día con más facturación de la semana, el restaurante había hecho una caja de unas 6 mil pesetas, lo que equivaldría a una comida. La semana fue a peor, las pintadas incrementaron y las ventas del asador bajaron de una forma estratosférica, además de la dimisión de parte del personal del restaurante.

Cuando acabó la semana Don José y Doña Carmen se volvieron a sentar a hablar sobre el futuro de la familia, lo que llevó a tomar la decisión de abandonar Guecho y de marchar a alguna parte lejana del País Vasco. Tras la conversación se lo dijeron a José y Ane que a pesar de marcharse de casa y cambiar de vida parecían aliviados por la noticia ya que las cosas tampoco estaban fáciles para ellos.

Unos días después ya estaban haciendo las maletas para marcharse de ahí, para marcharse de aquel calvario de las últimas semanas. El primero en bajar fue Don José para ir colocando las maletas y las cajas. Cuando la casa ya estaba recogida Doña Carmen y los dos hijos José y Ane bajaron con la confianza de que iban a poder volver a su hogar, a su vida.

Cuando bajaron al garaje para marcharse del País Vasco pasó lo peor que les podía pasar a aquella familia. Allí estaba él, en el suelo, en un charco de sangre, con una herida de bala en la cabeza. Lo habían asesinado, aquellos terroristas que no se atrevían a revelar quienes eran, habían destrozado aquella familia, habían dejado viuda a una madre de dos hijos que ahora eran huérfanos de padre. Todo había ocurrido por no tener el dinero para pagar a aquel grupo de asesinos, a aquel grupo de terroristas abertzales que acabarían matando a 853 políticos, jueces, fiscales o simples civiles como Don José y acabarían destrozando 1000 familias como la Urtubi.

Ignacio Hernanz López

N° 14 | 1° BACHILLERATO A

1 de febrero de 2025

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