DE
VALLADOLID A NUEVA YORK
En 1993, empecé a salir con un chico, David. Íbamos juntos a
la universidad en Valladolid, de donde somos los dos, estudiábamos ingeniería
industrial. Yo al principio no me había fijado en él, pero él sí se fijó en mí
y mostraba mucho interés, así que decidí darle una oportunidad. Pasábamos mucho
tiempo juntos, ya que, además de salir a pasear o ir al cine de vez en cuando,
íbamos a la biblioteca. Era un chico muy majo y atento, pero después de unos
meses le dejé porque se iba de erasmus a Inglaterra y yo sabía que la distancia
no iba a funcionar.
Después de nuestra despedida no nos volvimos a ver hasta
que, dos años más tarde, me crucé con él en Valladolid, los dos seguíamos
viviendo ahí. Hablamos un poco y le pregunté qué tal había estado en
Inglaterra. Me alegró poder verle de nuevo, aunque no quedamos en vernos otro
día. Además, los dos teníamos pareja.
Un día, en el 1999, me acordé de David y, solo por
curiosidad, llamé a su casa para ver qué tal le estaba yendo todo. Cuando llamé
me sorprendió oír la voz del padre de David al otro lado del teléfono, porque
me acordaba perfectamente de todas las veces en las que llamé a su casa años
atrás, siempre contestaba su madre, en ese momento supe que le había pasado
algo. El padre de David me contó que su hijo estaba viviendo en Nueva York y me
dio su número de teléfono para poder ponerme en contacto con él. Le llamé y me
contó que llevaba unos meses viviendo y trabajando ahí, en Brooklyn. También me
contó que a su madre le había dado un ataque al corazón, me sentí muy triste por
David y sus hermanos, siempre me hablaba de ella y me habría encantado
conocerla. Yo le hablé de cómo había estado unos meses trabajando en París,
pero que ahora trabajaba en Barcelona. Estaba muy feliz por él, ya que no mucha
gente de Valladolid acababa viviendo en Nueva York.
Tras unos meses hablando por teléfono todas las semanas,
cuando me dieron vacaciones por el puente de diciembre, David me invitó a ir a
pasar unos días con él y decidí coger un vuelo e ir a visitarle. Vivía en una
casa pequeña, pero en una zona muy bonita de Brooklyn. Esa semana me llevó por
toda la ciudad y vi muchos monumentos que pensé que nunca podría haber llegado
a visitar. Me dio mucha pena tener que irme, había sido una semana increíble,
todo se sintió como un sueño.
Después de esa semana seguíamos hablando por teléfono y nos
veíamos cuando podíamos en diferentes ciudades, a veces era en Valladolid,
otras él venía a Barcelona, y de vez en cuando nos veíamos en Londres, porque
yo fui alguna vez por trabajo. En junio del año 2000, decidí dejar mi trabajo e
irme a vivir a Nueva York con David. Ahí me apunté a clases de inglés, porque
no sabía más que lo básico. Además, un amigo de David me ofreció un trabajo en
su empresa. Entonces, cuando me levantaba, David ya se había ido a trabajar. Yo
me preparaba y me iba paseando por esa maravillosa ciudad hasta mis clases de
inglés o a trabajar, aún no me creía que estaba viviendo ahí. Los findes
salíamos a pasear por la ciudad o a ver a amigos que él había ido conociendo
durante su estancia ahí, y que luego me había presentado. Mi parte favorita de
la ciudad era que, tanto al principio como cuando ya llevaba un tiempo ahí,
siempre había algo nuevo que descubrir. Vivir ahí era un sueño, despertarme,
salir de casa y ver los impresionantes rascacielos o lugares que solo había
visto en películas. Después de unos meses, vinieron mis padres a visitarnos,
conocieron a David por primera vez y les enseñamos la ciudad, les pareció
increíble.
Tras unos meses viviendo ahí, aceptaron a David en la
Universidad de Nueva York para hacer un máster, pero casi a la vez, a mí me
ofrecieron un trabajo en una empresa prestigiosa en Madrid. Me encantaba vivir en
Nueva York, pero sabía que estando ahí me sería muy difícil encontrar un buen
trabajo. Me hacía mucha ilusión ese trabajo y echaba mucho de menos España. Decidí
que la mejor opción era que yo me volviese a España e intenté convencer a David
de que él debía quedarse, era una oportunidad que no se volvería a presentar y
que le aportaría mucho en el futuro. Al final no le pude convencer, así que
abandonó el máster y en octubre nos mudamos a Madrid, donde alquilamos un piso
y yo empecé a trabajar. No he dejado de arrepentirme de que renunciará a su
sueño por venir conmigo, pero gracias a eso hemos formado la vida que tenemos.
Nunca sabré qué habría sido de nosotros si nos hubiéramos quedado en Nueva
York.
Después de tres años, a finales del 2004, nos casamos en Valladolid,
la ciudad en la que nos conocimos. Tan solo un año después empezamos a formar
una familia. Pese a haber creado una vida fantástica en Madrid, David y yo
intentamos volver a Nueva York cada vez que podemos, para recordar los momentos
vividos en la ciudad en la que nos enamoramos.
Marta Gómez Rodríguez, 1ºA Bachillerato
Febrero 2025
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