TIEMPO
ROBADO
Es fin de curso y Belén ya está preparada para la fiesta de
la que ella es anfitriona. Esperando a que sus amigos lleguen, termina la carta
que llevaba tiempo queriendo dar a José. En ella expresa sus sentimientos con
sinceridad, diciéndole lo que todos sus amigos perciben desde fuera. Pero tiene
miedo a que no salga bien y prefiere esperar a otro día para atreverse a
dársela.
Al mismo tiempo, José está cambiándose de su equipación de
baloncesto al traje que eligió para la fiesta. Lleva toda la semana planeando
cómo y cuándo le va a decir a Belén todo lo que siente por ella. Pero sabe que
tiene que ser hoy, tiene un presentimiento de que todo va a salir bien y está
preparado para el momento.
Son las diez y la gente está llegando a la casa de Belén,
las luces tintinean, la música retumba en el suelo, la gente va y viene entre
risas y brindis. Pero Belén solo busca una persona en medio de la multitud: a
él. Mira su teléfono sin razón, como si al hacerlo pudiera hacer que apareciera
antes. Sabe que siempre llega tarde, pero hoy quiere que sea diferente. José la
conoce muy bien y se ha asegurado de salir rápido de casa para poder llegar a
tiempo a la fiesta más esperada del año. Al entrar, la primera y única persona
en la que se fija es Belén, aunque con la euforia y entusiasmo del momento, sus
amigos le animan para que baile con ellos, sin poder saludar a la anfitriona. Belén
se da cuenta, pero lo deja pasar, sabe que en algún momento de la noche tendrán
tiempo para hablar; y aunque se intenta autoconvencer de que no está nerviosa,
no puede parar de buscarle con la mirada mientras charla con sus amigas de las
ganas que tienen de irse de interrail este verano.
Pasan las horas y José sigue sin atreverse a decirle lo que
siente a Belén; la cual está intrigada por la actitud inusual de José esta noche,
está empezando a pensar que algo malo ha sucedido.
Pero de repente, al dar la una de la madrugada, José intercambia
miradas con Belén por decimoquinta vez en la noche, pero esta vez es distinto, se
miraron porque estaba sonando “Venezia” de Hombres G, la canción que les encanta
cantar juntos desde que se conocieron, José decide andar hacia ella porque no
se lo pueden perder. Llevan casi toda la canción bailando y cantando como si solo
estuvieran ellos en esa azotea.
A Belén le va el corazón a mil, nunca había sentido algo tan
fuerte por alguien y se arrepiente de no haberle dado la carta ese día.
José está igual de nervioso, pero no por la misma razón,
sabe que es el momento de decírselo, sabe que no debe tener miedo del rechazo porque
solo siente que él y Belén están hechos para estar juntos toda la vida. Así que
cuando la letra deja de sonar y solo se aprecia la guitarra de fondo, José le
da las manos a Belén y le dice que ha querido estar con ella desde que la vio
en su clase nueva, hace ya dos años casi.
A Belén se le para el corazón durante un segundo, le
pregunta si es una broma de las suyas; pero cuando José le dice que no lo es,
lo único que se le ocurre hacer a Belén es lanzarse en los brazos de José y
darle un abrazo que para ellos es infinito.
Cuando se termina la canción deciden irse fuera para hablarlo
mejor. Mientras Belén avisa a todos sus amigos de que se van y que deben tener
cuidado de no manchar ni romper nada hasta que se vayan, José solo la sigue
dándole la mano hasta la salida, pensando que nunca va a olvidar esta noche.
Belén vive en un edificio muy lujoso, José se sigue sorprendiendo cada vez que
ve el ascensor de cristal.
Belén y José permanecen nerviosos mientras esperan a que el
ascensor suba a la planta número 15, donde se encuentra la azotea. Al entrar,
Belén pulsa para bajar a la planta cero. Ella le devuelve la mirada con los
ojos brillantes, reflejando la ciudad bajo sus pies.
José se inclina ligeramente hacia Belén, sin pensarlo
demasiado, solo dejándose llevar por la certeza de que este es el instante
adecuado. Su corazón late con fuerza, pero no de nerviosismo, sino de emoción.
José apoya una mano en la pared de cristal para
equilibrarse… y entonces ocurre.
Un crujido seco. Un golpe sordo.
El ascensor se inclina de repente hacia el lado en el que
José ha puesto su peso.
—¿Qué está pasando? —Balbucea Belén, pero la respuesta llega
antes de que José pueda decir nada.
El suelo bajo sus pies tiembla y de pronto, el vacío.
Caen.
Belén grita, pero el sonido se apaga con el ruido del metal
desplomándose. José la sujeta con todas sus fuerzas, como si con eso pudiera
mantenerla a salvo.
No hay tiempo para gritar ni espacio para pensar en el
miedo. Solo pueden mirarse.
Belén abre la boca, pero no alcanza a hablar. José lo
entiende sin necesidad de palabras.
"Ojalá tuviéramos más tiempo."
José aprieta su mano con fuerza. No sabe si la respuesta la
dice en voz alta o solo en su cabeza, pero es lo último que piensa antes de que
todo termine:
"Lo tendremos."
Por un instante, todo se vuelve blanco. No hay dolor, no hay
caída, no hay despedidas. Solo una sensación de calma.
Solo hay silencio.
En algún lugar, la música de la fiesta sigue sonando, las
risas continúan, y la vida no se detiene. Pero allí, entre los restos de
cristal y acero retorcido, todo ha quedado en pausa.
Aún con las manos entrelazadas y con la promesa de que en
otro tiempo...lo tendrán.
Mencía Redruello
1ºA
Febrero 2025
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