UNA HISTORIA INJUSTA
Hola me llamo Ruth, tengo 6 años, y
os voy a contar mi historia. Tenía un hermano llamado José de 2 años y vivíamos
en Huelva, Andalucía. Desde que era pequeña, siempre he intentado estar con
José el máximo tiempo posible para que él fuera feliz ya que nadie nos hacía
caso y yo siempre he sentido que era mi obligación.
Mi historia se remonta al 7 de
octubre del 2011, cuando todo sucedió. En aquellos días algo raro sucedía. Mamá
casi ya no estaba en casa y papá simplemente estaba más raro de lo normal, ya
no nos dirigía la palabra. Con papá siempre hemos tenido muchos problemas, por
lo menos yo, creo que estaba un poco loco; no obstante, todo el mundo fuera de
casa, la pintaba como la persona más maja de este planeta, por lo que muchas
veces no entendía bien qué pasaba y pensaba que eran cosas mías. Como es mi
padre y los padres quieren a sus hijos pensaba que igual todo lo hacía para
educarnos. También notaba que algo no iba bien y que nuestra familia se estaba
separando. Mamá y papá nunca dejaban de pelear. Obviamente, esto me estaba
afectando poco a poco.
Ese fin de semana, papá nos llevaba
a Córdoba con él y la razón era separarnos de mamá.
Día 8 de octubre, estuve toda la
mañana con mis primos y abuelos en una casa y me lo pasé muy bien. Nos quedamos
a dormir con ellos y fue todo de maravilla. Pero todo cambió de repente a la
mañana siguiente, Papá nos recogió súper enfadado; nunca la había visto así.
Tenía mucho miedo. Nos obligó a tomarnos una especie de pastillas tanto a José
como a mí, aunque no nos dolía nada. Ocurrió una vez que estábamos dentro del
coche y ahora creo que eran drogas porque al poco tiempo nos sentíamos muy
raros y no éramos conscientes de nada.
Papá nos llevó a una finca alejada
de todo el mundo y todo el camino nos trataba fatal. Él nos contaba todo el mal
que la habíamos hecho y que nos quería fuera de su vida. Nos llegó a decir que
ojalá nos muriéramos y que éramos el problema de todo. No podía creer ni
entender lo que estaba oyendo.
De repente, note una mano que me
cogía, era la de mi padre. Me empujó tanto a mi como a José dentro de una
hoguera que había preparado. Aunque me resistía era imposible y al poco acabe
con la cabeza dentro del fuego. No veía nada, no sentía dolor y notaba la
silueta de mi hermano a mi lado. Me quedé dormida pronto y ahora sé que me
estaba asfixiando y no podía respirar.
En ese momento, noté cómo mi alma y mi cuerpo se separaba, por eso podía
seguir viendo todo lo que ocurría. Estaba muerta, al igual que mi hermano, pero
la sensación era triste y sin dolor. Sorprendentemente, vi a mi padre
sonriente, como si se alegrara de que ya no estuviésemos allí con él. Por
supuesto era todo su culpa porque, después de aquello, cogió nuestros cuerpos y
los llevo al maletero de su coche, nos llevó a un parque donde dejó nuestros
restos. Más tarde, volvió a casa como si nada hubiese pasado y se durmió.
A la mañana siguiente, papá se
dirigió a la policía a denunciar nuestra desaparición. ¡Qué bien actuaba!, no
me lo podía creer como se hacía el dolido y cómo intentaba convencer a todos de
que él no había hecho nada. Gracias a Dios, los Policías abrieron una
investigación para buscarnos y ahí empezó todo. Esa semana, todo el pueblo se
movilizó para buscarnos; obviamente nadie encontró rastro de nosotros. Mientras
tanto, mi padre seguía siendo consolado por la familia y los vecinos. Pero
¿cómo se puede ser tan falso? Es una persona muy manipuladora.
Llevaban ya dos semanas de búsqueda
cuando de repente, los perros de la Policía encontraron mis restos y los de
Jose. Sentí alivio y estaba muy contento porque ya quedaba poco para que la
gente supiese la verdad; mi verdadera historia. Me llevaron a un forense que
exploró. La historia es tan difícil de creer que pensaron que eran restos de
animales y no nuestros cuerpos ya que no habían encontrado restos de nuestro
ADN. Pero los policías siguieron haciendo su trabajo y no tardaron mucho en
revisar las cámaras de seguridad del pueblo y de la finca. Allí, encontraron al
culpable de nuestro asesinato, mi padre.
Entonces nadie del pueblo le
consolaba si no que le veían como yo, como lo que es: un loco. También,
decidieron volverme a examinar y estaba vez lo hizo otro forense, Francisco
Etxeberria, que determinó que esos restos eran míos. Mi padre fue arrestado y
después se le condenó a 40 años de sentencia.
Muchos no creen en mi historia ni en
la de mi hermano, pero desgraciadamente fue real. Han pasado 40 años, mi padre
hoy saldrá de la cárcel y, aunque ya no sea esa niña, me sigo preguntando por
qué lo hizo. No tengo pena ni miedo y espero que todos me recuerden. La vida es
dura e injusta a veces, pero él ya nunca tampoco descansará ¿o sí?.
Reyes Rodríguez Segura 1ºA, 26, 02/02/2025
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