EL
VALOR DE LAS MANOS UNIDAS
En Trisquellón del Monte Hueco, un
pueblo donde olía a pan recién horneado. Las calles empedradas llena de casas
bajas, las puertas siempre estaban abiertas para todo el mundo. No había
tiendas donde comprar, ni bancos donde sentarse, pero en cada esquina se veía a
gente intercambiando lo que tenían. Rafa, un joven que venía de la ciudad, miró
a su alrededor y se sentía como un extraño en un sitio donde el dinero no tenía
nada de valor.
Ahí estaba Doña Dolores, una mujer
mayor que es conocida en el pueblo por sus habilidades de tejer. Ella se
dedicaba a intercambiar las bufandas y telas que hacía por comida y otros
bienes. Benito, se dedicaba a la panadería y siempre estaba dispuesto a
intercambiar cualquier cosa con los vecinos. Rafa no estaba acostumbrado a un
mundo donde no se compra ni se vende con dinero. Al principio, al ver que no tenía
nada que intercambiar para vivir, se ofreció a ayudar a Benito en la panadería.
Benito, le toma bajo protección y le enseña cómo hacer pan y conocimientos
básicos, también le enseña como funciona el trueque en el pueblo. Rafa descubre
no solo a intercambiar bienes, sino también emociones, tiempo y conocimientos. Por
ejemplo, Doña Dolores acepta intercambiar una bufanda a cambio de que le
arregle su máquina de tejer.
Mientras trabaja en el horno, Rafa
conoce a otros miembros del pueblo. Uno de ellos es apodado como el castor,
porque era el carpintero del pueblo. Rafa comienza a darse cuenta de que cada
uno tiene algo que ofrecer, y que le trueque no solo es un intercambio, sino
una forma de relacionarse con los demás.
Benito, viendo que a Rafa se va
integrando en el pueblo, le propone tener una semana libre a cambio de enseñar
a leer a los niños del pueblo por las tardes. Rafa acepta, pero se siente mal
por dejar toda una semana a Benito solo. Rafa en su semana libre quiso dar una
sorpresa a Benito y le iba a ayudar a hacer panes para todo el pueblo. Las
tardes con los niños se convierten en un refugio para Rafa y en un momento de
aprender a valorar el tiempo que necesitan los niños los cuales nunca han ido a
un colegio.
Pero no todo era alegrías para
Rafa, se enfrenta a momentos de frustración cuando hay veces que no consigue
intercambiar nada. Un día intenta intercambiar una vieja calculador que se
había encontrado en el suelo por unos zapatos ya que los suyos ya estaban un
poco antiguos, se lo ofrece al zapatero llamado David, que le dice con
amabilidad una frase que le marcará “Aquí no necesitamos eso, lo que vale es lo
puedes hacer, no lo que tienes”.
Con el tiempo, Rafa comienza a
encontrar su lugar. Él seguía yendo a su lugar de paz y tranquilidad a enseñar
a los niños, quienes lo veían como un hermano mayor, también seguía ayudando a
Benito en la pendería, y haciendo algunos arreglos que los vecinos le pedían a
cabio de otros bienes, por ejemplo ayudando a Remedios en las tareas del jardín
y descubre como las plantas crecen gracias a su esfuerzo. Dolores también le
enseñaba a tejer, vamos, que estaba echo un máquina.
Sin embargo, el verdadero cambio es
cuando el pueblo sufre una tormenta y los niños no pueden asistir a las clases
de Rafa. Y Rafa en ayuda al pueblo pide a los conocidos de su antigua ciudad
que ayudaran al pueblo a superar esta pequeña crisis.
Al final, Rafa ya no es el chico
que llego al pueblo perdido, sin saber que hacer. Ahora ha encontrado un hogar,
una motivación de seguir mejorando el pueblo y una nueva forma de ver la vida.
Se da cuenta de que el truque no solo es una forma de economía, sino una forma
de vida para reforzar lazos entre las personas.
Rodrigo Jiménez García
N.º 16
1ºA
4-02-2025
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