Carolina Pinna (Luces y sombras)

 

LUCES Y SOMBRAS

 

Tengo el propósito de escribir este diario, porque me gusta escribir y porque espero estar ante un hecho, un tiempo extraordinario de mi vida, que a lo mejor va bien repasar de vez en cuando.

 

El pasado 28 de diciembre de 2022 me diagnosticaron cáncer de mama, después de una biopsia tras una revisión rutinaria. Se te cae el alma a los pies. No te parece que te pueda estar pasando a ti. Tu vida que parece que está ahí porque sí, con sus fatigas, alegrías, sufrimientos diarios, prisas, risas, rutinas…, en ese momento te parece el bien más preciado a lo que quieres agarrarte y que por nada del mundo quieres que te quiten. Valoras como no lo has hecho hasta ese momento tu trabajo, tu día a día, tu familia, tus amigos, tu casa, y por nada del mundo quieres perder nada de todos eso. Lloras, pero tímidamente y casi sin fuerzas, porque ni el llanto sale de lo que te quieres aferrar a lo que tienes. La palabra cáncer da miedo, mucho miedo, sabes de mucha gente que no ha ganado la batalla.

 

A partir de ese día, lo aceptas y vives cada momento con una intensidad extraordinaria. Esa capacidad te la ha dado el poder valorar lo que tienes, el ver la vida y lo que has sido capaz de conseguir en ella durante 46 años de vida. Está pendiente de que te den hora para la cirugía, para extirpar el tumor y de saber el tratamiento que vas a tener que afrontar luego. Pero estas bien, porque por encima de todo no quieres que te quiten ese tesoro que es tu vida, ves lo que vale y estas dispuesta a pasar por lo que haga falta por conservarlo.

 

Los días tienen algo de vértigo por el que vendrá, pero realmente estas bien y las esperas se soportan, algún fantasma de noche que te quita el sueño puntualmente pero no mucho más.

 

Llega el día de la cirugía y todo va bien, porque el tumor está localizado, porque los médicos son profesionales.  Todo va bien, y te dan la buena noticia de que los ganglios centinelas no están afectadas y realmente te sientes como si te hubiera tocado la lotería porque el tema como se esperaba, no se complica. Esos días de esas pequeñas noticias buenas, son días de éxtasis estas arriba del todo sintiéndote la persona más afortunada del mundo.

 

Cuatro semanas de espera es lo que tardan en hacer un estudio genético del tumor para determinar el tratamiento. Tienes la leve esperanza de salvarte de la quimio y solo tener que dar radio que es una posibilidad y si tienes que pasar por la quimio que sea leve, de esas que ahora dicen que no sientan tan mal. Y vives ahí esas 4 semanas, disfrutando cada día, no como si fuera el ultimo, pero casi, con una intensidad parecida, y disfrutas de cada instante. Y quieres estar con tu familia, y con tus amigas, y reír y vivir y en eso estás.

 

Pasan las 4 semanas y finalmente se concluye que debe ser quimio. Hay un índice por ahí que hasta 25 no haría falta quimio, pero yo he sacado 26. Por una centésima no me he librado…. Y te empieza el oncólogo a explicar la quimio, pero no parece que sea aquella quimio que te había comentado el cirujano que estabas un poco revuelta después de que te la pusieran. El 10 de marzo fue mi primera sesión de quimio, que duró toda la mañana, desde las 9 hasta las 15:30 en el hospital. Pero todo fue bien, y me sentí contenta por ello. Al llegar a casa me tumbo un poco porque me lo recomendaron, pero no lo necesito, estoy bien. ¡Qué felicidad de pronto! Esto no me ha revuelto como podía pasar, y mi tarde de viernes transcurre con normalidad. Me siento tan satisfecha. Paso el fin de semana con tranquilidad, aunque empiezo a sentir algo de debilidad, pero no me impide disfrutar. ¡Qué bien voy, me digo! . Empiezo la semana con un poco de debilidad, pero puedo conectarme al trabajo, y todo sigue bien. Los días pasan y solo la debilidad se hace más presente, pero nada más. Algún temblor, la comida no me sabe tanto y no me entra tan bien, pero todo es llevadero.

 

Hasta el miércoles 15, cuando mi oncólogo me dijo que empezaban los 5 días más bajos de defensas. Ese día llega el dolor, el horror. Me siento muy estreñida y los dolores que habían empezado tímidamente días atrás se hacen fuertes. Los dolores van y vienen, pero cuando son muy fuertes, siento que no puedo soportarlos. Los sudores fríos me hacen desprenderme de la ropa y pegarme al suelo frío del baño, que es la única manera de aguantar. Cuando se van, me quedo adormilada, casi sin conciencia, pero luego vuelven y cada vez tengo menos tolerancia. Es horrible. Sólo me queda el consuelo de que un día menos ha pasado y que quizás no habrá días peores. Espero que sea así.

 

Al día siguiente, la debilidad es extrema, pero no tengo dolor. Me siento abatida, por primera vez con ganas de llorar y pensar que este tratamiento es insoportable. Me pregunto si no se podía hacer algo menos agresivo. Aunque no hay dolor, siento que no queda mucho de mí. Sólo la sonrisa de mis hijos y la bondad de mi marido me hacen sentir viva y recordar que hay que seguir.

 

El viernes 17 parece que la tormenta ha pasado. Me siento estable, aunque con debilidad constante. Los dolores intestinales están ahí, pero se llevan mejor. Respiro y rezo para que no vuelvan, aunque sé que pueden. Tengo que mentalizarme de que esta debilidad será mi estado durante unos meses, y que debo disfrutar los momentos que me lo permitan. Debo estar preparada por si tengo que bajar al foso de nuevo, pero por mis hijos, mi marido, mi familia y mis amigos, debo estar lo mejor posible cada día. Me siento fuerte y decidida a seguir.

 

El domingo 19 de marzo me siento mucho mejor. La debilidad ha disminuido, los dolores intestinales también, aunque aparece un nuevo dolor en las articulaciones y músculos. He tenido momentos intensos de dolor, pero después de tomar un paracetamol, el dolor desaparece. A pesar de todo, estoy contenta. Ha sido un buen fin de semana. Disfruté de un partidazo de mi hijo Beltrán, que metió tres goles, y de un día en familia celebrando el Día del Padre. Fue un día maravilloso, sin dolores, y pude disfrutar de cada momento. Incluso me sentí como si volviera a ser yo por un día.

 

El 23 de marzo, el día en que pierdo el pelo, se convierte en un momento importante. Desde el fin de semana me he sentido mejor y vuelvo a ser yo, pero desde el lunes se me cae el pelo y decidí adelantar la cita para ver una peluca. Ayer fueron mechones y, aunque fue muy doloroso, me rapé y me puse una peluca. Los sentimientos fueron muchos: me sentí pequeña, frágil, e indefensa, pero una vez que me rapé, me sentí liberada, como si me hubieran quitado un peso de encima. Hoy me siento bien, aunque la cabeza me da algo de frío. No estoy tan horrible como pensaba. Ahora, toca disfrutar cada día con intensidad, saboreando los momentos y disfrutando de las personas con las que me gusta estar.

 

En seguida llega la 2º sesión de quimio, a los 21 días la 3º y a los 21 días la 4º. Han podido dármelas todas porque las defesas han aguantado en su sitio gracias a las inyecciones después de cada sesión. Las mañanas de hospital de siete horas fueron cada vez más duras, los síntomas de la primera sesión fueron más intensos y se alargaron más en el tiempo entre una sesión y otra.

 

Pero pasaron, ya no habrá más, lo peor ha pasado, ahora a recuperarme y a disfrutar de cada momento que no haya dolor ni debilidad.

 

Han pasado 4 semanas, estoy bastante bien dentro de lo que cabe, ahora toca hacer frente a tres semanas de radio diaria. ¡Dicen que esto es un paseo al lado de lo que ya he pasado así que a por ello!

 

Tres semanas después, puedo afirmar que efectivamente nada tiene que ver con lo vivido anteriormente. La piel por la zona radiada la tienes abrasada y acumulo cansancio. Dicen que la radio da mucho cansancio ya no se si es un poco todo y la necesidad de parar y recuperarme. Ya solo queda un tratamiento hormonal cinco años, tiene efectos secundarios, pero ni de lejos dicen que es tan destructivo. Se puede vivir normalmente con ello.

 

Y efectivamente dos años después del diagnóstico puedo decir que todo pasa, que vuelvo a sentirme yo, aunque no soy la misma. La sensación ha sido volver a nacer, doy gracias cada día a Dios por haberme devuelto la normalidad. Me siento verdaderamente afortunada por poder seguir disfrutando de mi familia, de mis amigos y de mi bendita rutina.

 

Carolina Pinna Camas 1B 4/4/2025

 

 


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