Cecilia Castelao (Para siempre)

 

PARA SIEMPRE

¿Sábes cuando estás en uno de esos momentos en los que te das cuenta de lo feliz q estás siendo? Bueno, pues eso mismo sentía yo cada vez que estaba contigo y compartíamos un rato juntos. Todavía me acuerdo cuando a tus 80 años eras la envidia de tu edificio. Todas las mañanas salías a caminar a paso ligero con el himno de España y cuando volvías te tomabas tu cerveza, era tu momento favorito. La verdad que todo parecía ir genial, hasta que como es lo natural, los años van pasando, y uno se va debilitando.

 

Yo estaba en mi casa tranquila, ya que era verano, la semana que todo sucedió. Recuerdo como si fuera ayer hablar con mamá y preguntar cómo estabais. Le dije que tenía muchas ganas de verte ya que hacía mucho que no me contabas una de tus anécdotas de la juventud. Tras hablar con mamá, por fin me dijo que al día siguiente nos veríamos para comer. Así que me fui a dormir, dando por hecho que todo era como siempre, sin pensarlo mucho.

 

Llegó el día y estábamos comiendo juntos. Tu y yo, como siempre hablando de mil cosas. Te pediste tus platos favoritos y se veía en tus ojos lo que disfrutabas viéndome disfrutar y lo feliz que te hacía contarme tus historias mientras yo te preguntaba por ellas. Después de comer, quedamos en vernos la semana siguiente para planear el verano, ya que ibais a alquilar una casita en la playa, que aunque a ti ya no te hiciera la misma ilusión que siempre, sabías que a nosotros si, y se que sobre todo lo hacías por la abuela. Yo ese día te vi un poco más apagado de lo normal pero no le di mucha importancia, porque como he dicho antes con los años uno se va debilitando poco a poco.

 

Todavía tengo el recuerdo del día siguiente. Mi madre cogió el teléfono y yo pregunté quién era. En unos minutos mi madre empezó a llorar y yo me asusté. Sinceramente no sabía que pensar. Colgó el teléfono y le pregunté. Era la tía, nos dijo que te había dado un ICTUS pero yo no sabía la gravedad del asunto, pensé que sería un bajón de tensión de los que te daba a veces. Sin dudarlo, esa misma tarde fuimos a verte al hospital. Pero a mí no me dejaron pasar ya que te habían trasladado a la UCI. Tras entrar mamá me tranquilizó, y me dijo que todo estaba bien que saldrías de esa.

 

Pasaron los días y finalmente te ingresaron en el hospital. Decidí ir a verte y nada más entrar en la habitación del hospital, tuve que salir. Nunca jamás te había visto así. En una cama de hospital, lleno de tubos y débil . Entré y sentí un vacío tremendo. No podías hablar y aunque yo no dejaba de contarte cosas conteniéndome las lágrimas tú solo podías hacerme gestos. Todavía hoy no tengo claro si me escuchabas o simplemente eran reflejos.

 

Yo te veía con la mirada perdida, y los médicos me dijeron que no lo sabían seguro, pero que lo más probable era que no fueras consciente de que estaba ahí y simplemente me oyeras de fondo. Yo pensé en cuanto odiarías verte tumbado en una cama, sin poder moverte. Porque siempre me lo decías. Tu vitalidad ya no estaba y poco a poco tuve que ir asimilándolo.

 

Un mes después, mamá me contó que el abuelo ya se había ido. Y aunque me dolió más que nada en el mundo, esos días visitándote en el hospital, me hicieron sentir la persona más afortunada de todas. Ojalá hubiera aprovechado el triple todos los momentos que pasamos juntos y nunca hubiese dado por hecho el que siempre estarías aquí. Pasado el tiempo revisando tus cosas, encontramos una carta escrita en tu ordenador en la que te despedías de toda la familia. Yo no pude creer que ya hubieras pensando en irte, pero realmente significaba que igual ya era tu momento. Hacía un tiempo que no te veía igual y algo notaba pero nunca me habría hecho una idea de lo que realmente estaba pasando.

 

Nunca olvides que eres mi héroe. Que eres mi ejemplo a seguir y que eres la persona más fuerte que jamás he conocido. A pesar de la infancia dura que tuviste, y siempre me contaste, supiste salir adelante tu y sacar adelante a una familia entera. Nunca olvidaré cuando saltábamos las olas del mar riéndonos sin parar, ni jamás olvidaré las veces que venías corriendo a abrazarme nada más verme. Las veces que decías lo orgulloso que estabas de mí y las que, cuando no lo estabas tanto me hacías rectificar. Aunque me intentarás hacer del Madrid nada más nacer, y no te saliera bien, eres el mejor regalo que me pudo dar la vida. Como decías en la carta que nos dejaste antes de irte, al final todos nacemos para morir y no pasa nada, así es la vida. En esa misma carta nos pediste que estuviéramos felices y siguiésemos con nuestra vida sin llorar por tu pérdida. Y yo lo intento todos los días aunque cueste. Ojalá  te hubieras quedado aquí conmigo para siempre. Te quiero abu.

 

                                                                                                  Cecilia Castelao (Para siempre)

 

 

 


Comentarios