ENCERRADA EN UN DESTINO QUE NO ELEGI
Me
llamo Amina tengo trece años, desde pequeña lo que más me gusta hacer es estar
con mi prima Samira, vivimos muy cerca así que pasamos todas la tarde juntas
riéndonos y jugando. Siempre pensé que toda mi vida seria así, que viviría en
mi pueblo tranquila con mi familia, iría al colegio y más tarde acabaría
trabajando en la panadería de la familia, pero un día todo cambio.
Una
noche mi madre estaba en su habitación y me llamo para que fuese a hablar con
ella, cuando llegue ella tenia una sonrisa de oreja a oreja, yo pensaba que me
iba a dar una muy buena noticia, pero no fue así. Me senté al lado suyo y me
dijo:
-Amina
es el momento de que te conviertas en una mujer.
Yo
no entendía nada, hasta que entro mi padre en la habitación, el no estaba con una
sonrisa, pero sí que estaba con unos ojos que indicaban orgullo.
-Hemos
encontrado un marido para ti. Dijo él.
De
repente se me hizo un nudo en la garganta, de un día para otro mi vida había
cambiado, iba a tener que casarme con un hombre que no conocía de nada y pasar
el resto de mi vida con él.
Miré
a mis padres y les dije; ‘‘¿Un marido?’’. Mis padres me respondieron que era un
hombre de buena familia, que no tendría que trabajar en la panadería y podría
vivir de él. Pero yo no quería eso, no quería depender de nadie, quería seguir
viviendo mi vida, como una niña normal. Les dije a mis padres que no quería y
lo único que me respondió mi madre fue:
-Así
es la vida, nosotros elegimos. Lo dijo con una frialdad increíble, fue como si
ya no reconociese a mi madre. En cuestión de segundos mi vida y futuro ya no me
pertenecían, ahora dependía de un extraño. En solo un mes me casaría con un
hombre que no conocería hasta ese mismo día y yo en ningún momento tuve el
derecho de elegir.
Llego
el día de mi boda, cuando me levanté había unas mujeres cantando en mi casa,
estas me visitaron con una túnica roja, me pusieron un velo rojo que cubriría
mi cara en la ceremonia. En mi casa todo el mundo sonreía menos yo, yo tenia un
nudo en la garganta y cada segundo que pasaba sentía mas angustia, porque casarme
con ese hombre era como una pesadilla yo quería tener la vida de una niña de 13
años, que va al colegio por las mañanas y por las tardes se va al parque con
sus amigos, pero mi destino no era ese.
Cuando
llego el momento de la ceremonia mi futuro marido al que todavía no le ponía
cara, estaba esperándome. Lo vi era un hombre mayor me sacaría unos 25-30 años,
era alto, no parecía una persona agradable ya que tenia una mirada muy oscura.
Cuando se estaba celebrando la ceremonia alguien cogió mi mano y la suya y las
junto. Cuando lo toqué quería salir corriendo, no quería estar ahí, pero era
como si pies estuviesen pegados al suelo.
Cuando
se iba a acabar la ceremonia y dijeron las palabras que sellaban mi destino
sentí que algo se rompía dentro de mí. La ilusión que tenia hace un mes de
vivir la vida, de viajar y de ser feliz desapareció en un instante.
Ese
día me mudé a su casa yo no hablé con él en toda la celebración. Cuando
llegamos a su casa no le podía ni mirar a la cara, lo único que hacia era
llorar. El me dijo que desde ese día me convertiría en su esposa y que haría lo
que el quisiese. La primera noche fue una pesadilla.
Los
siguientes días pasaron lento, lo único que hacía era cocinar, limpiar y más
tareas de la casa, al final era lo que se esperaba de mí. Con mi marido no
tenia mucho contacto, y eso era lo que yo prefería. El primer día que vi a mi madre después de la
boda, esperaba ver en sus ojos compasión o arrepentimiento, pero yo no veía
nada de eso y lo único que me decía ella era ‘‘Es tu deber Amina, se fuerte’’.
Pero yo no quería ni podía ser fuerte yo quería ser libre.
Todos
los días eran iguales, mi vida era aburrida, al estar tanto tiempo sola tenia
mucho tiempo para pensar, y siempre pensaba en situaciones que me podrían
ayudar a cambiar todo, y eso hacia que siempre tuviese algo de esperanza. Pero
estas nunca ocurrían, pero yo seguía esperando a que alguna de estas ocurriese.
Porque al final si yo no tenia esperanza en que algo cambiase nunca ocurriría.
Los
años pasaban y todo seguía igual. Yo ya no tenia nada de fe en que algo
cambiase, y nuca llegó a cambiar. Esto me ayudo a darme cuenta que en la vida
vamos a tener que hacer cosas que no queremos y no se podrán cambiar por lo que
muchas veces lo único que podemos hacer es aceptarlo.
Itziar
Asua Galindo, 1ºB abril de 2025
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