DOS
CONTRA EL HIELO
Era el año 1909 donde en Copenhague, zarpaba un pequeño
barco de exploración llamado “Alabama”, que se dirigía al territorio gélido de
Groenlandia ya que Estados Unidos empezó a interesarse por las tierras árticas en
aquel entonces. Dinamarca, quería demostrar que ese gran territorio compuesto
de hielo no era más que una gran isla que ya les pertenecía, ya que en algunos
mapas sugerían que Groenlandia estaba dividida en dos grandes masas.
El objetivo de esta expedición era recuperar el diario de
Ludvig Mylus-Erichsen y su equipo, ya que intentaron lo mismo que ellos iban a
intentar tres años antes. Donde el increíble, pero a la vez hostil paraje de
hielo, logró acabar con la vida de los valientes que llevaban la bandera de su
patria y se sacrificaban por ella.
Al mando de esta peligrosa expedición estaba Ejnar Mikkelsen,
un explorador ya experimentado en travesías y aventuras árticas. Donde a su
lado se encontraba un joven lleno de ambiciones e ilusión, llamado Iver Iversen,
dispuesto a una odisea como esta. Iversen era mecánico, y no sabía cómo resolverse
en una incursión como esta, pero apareció un compañero inesperado: Trofast, un
perro de trineo el cual lo acompañaría en su lucha por sobrevivir, y a
posterior, para siempre.
Al llegar a las costas de Groenlandia, Mikkelsen, Iversen y
su equipo instalaron un campamento base, pero el tiempo corría en su contra, ya
que, si llegaba el invierno, se convertiría en una tragedia prácticamente
segura. Partieron con varios perros de trineo, el cual de entre ellos destacaba
Trofast; quien se convertiría en algo más que en un simple perro, también
salieron con las provisiones y equipo mínimos para sobrevivir ahí fuera, donde acabaron
adentrándose en ese campo de hielo que tanto les haría sufrir.
Al partir, Iversen no tardó en fijarse en Trofast, cuyo
nombre significaba “fiel”. En las largas travesías de ese horizonte helado,
donde el frio congelaba los huesos, Trofast siempre lo acompañaba y calentaba.
Mikkelsen en cambio, experimentado en estas odiseas, se centraba en el
objetivo, ya que sabía que distracciones o deslices no convenían en la
operación. Iversen se dio cuenta de que aquel no era un perro cualquiera, y
empezó a notar la nobleza y lealtad de Trofast. Durante las noches, bajo las
estrellas, el calor del cuerpo de Trofast junto al de Iversen, era un pequeño
consuelo en esas traicioneras tierras heladas. La vida en Groenlandia era increíblemente
desafiante, pero aquel perro conseguía que Iversen, quien nunca había vivido
nada como eso, se mantuviera firme y cuerdo.
Tras semanas sobreviviendo en esa extensión helada,
Mikkelsen e Iversen lograron llegar a donde hasta la anterior expedición pudo
llegar. En el lugar, entre los restos de los exploradores, lograron encontrar
aquel diario que tanto buscaban. Y esto les dio un momento de alivio que hacían
tiempo que no sentían. Pero esto les duraría poco, ya que se darían cuenta de
que el camino de vuelta sería aún más peligroso, acechando ese invierno que no
perdonaba.
El viaje de vuelta hacia el campamento se volvió más duro.
Las provisiones empezaban a escasear y aquel viento gélido que tanto trataban
de evitar en las tormentas de nieve, se frecuentaba. Durante esta travesía, el
vínculo de Iversen y Trofast se volvió más fuerte. A veces, cuando llegaba esa ventisca,
Trofast junto con los demás perros, guiaba el trineo por caminos donde el ojo
humano no podía ver.
Tras una de las tantas arduas travesías que enfrentaron,
ocurrió uno de los peores incidentes que podían suceder. Mientras avanzaban por
un estrecho paso montañoso, a medida que la nieve iba cubriendo el rostro de
todos. Uno de los perros que iba al frente del grupo, perdió el equilibrio en
una engañosa y traicionera pendiente. Antes de darse cuenta, la nieve bajo las
patas del pobre animal iba desapareciendo, y poco después le tocó a él,
desapareciendo en aquel acantilado. En ese preciso momento varias latas de
comida, las cuales eran indispensables, también cayeron al vacío. Iversen miró
a los ojos a Mikkelsen, llenos de sufrimiento y frustración. Pero ese dolor no
era solamente emocional, si no también vital, ya que las latas perdidas eran
una gran parte de las escasas provisiones que tenían.
Tras la tragedia, tuvieron que seguir adelante ya que era
demasiado peligroso recuperar lo perdido. Pero no era el único incidente el
cual iban a sufrir. En una de esas que parecían interminables travesías,
pararon a descansar y montaron un campamento. El momento más repentino y brutal
llegó. Una bestia de un tamaño descomunal apareció, era un oso polar, el animal
se acercaba lentamente a ellos, atraído por los olores que desprendían los
perros y la comida. Iversen se dio cuenta de la presencia de aquel oso y lanzó
un grito para advertir a Mikkelsen sobre su presencia. Mikkelsen, salió rápidamente
del refugio con un rifle en la mano, pero aquel viento gélido hizo que el
apuntado del rifle fuera complicado. El oso, continuaba acercándose a aquel
campamento, en aquel momento, los perros empezaron a ladrar alertados por la
presencia de aquella bestia. Trofast, el líder de la manada se adelantó con el
objetivo de ahuyentar a aquel oso ladrando ferozmente. Mikkelsen disparó, pero
falló el disparo, enfureciendo y volviendo más agresivo a aquel oso. El oso se
abalanzó sobre Mikkelsen, pero en ese momento Trofast saltó hacia el oso,
luchando con todas sus fuerzas. Mientras Iversen intentaba recargar el rifle
entre el caos, Mikkelsen, finalmente logró dar un tiro preciso y aquel pesado oso
terminó cayendo en el hielo.
Trofast herido y cansado, logró sobrevivir a aquel feroz
ataque, Iversen acudió inmediatamente a la ayuda de Trofast, vendando sus
heridas y asegurándose de que se recuperaría, demostrando una vez más su
fortaleza y lealtad al grupo.
La travesía continuó, pero a medida que el invierno avanzaba
las provisiones empezaban a escasear, y el golpe más duro finalmente llegó. El
frío de ese lugar parecía adueñarse de todos, cada decisión tomada podía
decidir si la vida terminaba o continuaba. Trofast, junto con los demás perros,
donde habían sido compañeros leales e indispensables para Mikkelsen e Iversen, ya
no continuarían en esa lucha por regresar a casa. Era un sacrificio que nadie
en su situación querría haber tomado, pero tenían que sobrevivir. El momento de
dejar atrás a los perros fue desgarrador, y el más duro de la expedición.
Iversen, miró una última vez a Trofast, donde sintió un vacío que solamente en
una situación como esa se puede comprender. El hambre nublada sus pensamientos,
y el momento finalmente sucedió. Fue un acto silencioso y nunca comentado en
voz alta, pero que marcaría la vida de aquellas personas. Trofast se quedó
grabado en la memoria de Iversen como un amigo perdido en aquel paraje de hielo.
Aunque aquello fue algo de lo que no saldría de aquel desierto helado. Siguieron adelante sin despedirse, aunque con
una cicatriz que se quedaría en la vida de Mikkelsen e Iversen.
Al llegar finalmente a la base y donde el Alabama debía
esperarlos, aquel barco quedó inutilizado e incapaz de regresar al mar, de
tanto tiempo que habían permanecido ahí fuera. La tripulación les había dado
por muertos, dejándolos solos en las tierras de Groenlandia. Construyeron
improvisadamente una base con los restos de aquel barco, en la que intentarían
sobrevivir. Iversen, a menudo recordaba a Trofast y lo que habían luchado
juntos por la vida, pero Iversen fue el que más cuerdo logró mantenerse. Ya que
Mikkelsen, con el tiempo empeoró. Empezó a alucinar y hablar con personas las
cuales quería, pero no estaban allí. El hambre y el frío llevaban al límite la
mente de Mikkelsen. Las alucinaciones de Mikkelsen se volvieron más frecuentes,
dudando incluso de si aquello que estaban pasando era real. Por las noches Mikkelsen
susurraba, como si contara secretos con alguien que solo él podía ver. Iversen,
que se mantenía relativamente cuerdo, resistía como podía cazando, pescando y
combatiendo el frío para que los dos sobrevivieran.
Después de dos años combatiendo contra ese hostil paraje de
hielo, Mikkelsen e Iversen se aferraban a la vida con las pocas fuerzas que les
quedaban. Habían experimentado la pérdida de sus compañeros más leales, habían
experimentado lo que realmente era el hambre y habían resistido el frío en uno
de los lugares más gélidos del planeta. Finalmente, en julio de 1912, la
esperanza que tanto buscaban llegó. Fueron encontrados por una expedición
danesa enviada para buscarlos. Después de todo lo que habían vivido parecía
irreal, casi irreconocibles por el desgaste físico y emocional que habían vivido.
Pero después de todo, la supervivencia en aquel territorio tan hostil había
sido alto, y les marcaría toda la vida. Las cicatrices vividas en aquellos
inviernos helados no desaparecerían, y sería una impronta que los acompañaría.
Mikkelsen e Iversen se convirtieron en héroes, no solo por aquel logro
científico, sino por la valentía y determinación que mostraron en su lucha por vivir.
Jaime Carvajal Ramírez.1ºA.26/03/2025.
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