Sol Manso (22 de agosto)

 


22  DE AGOSTO

Bajaba las escaleras corriendo por miedo a la luz apagada. Aquellas escaleras eran muy empinadas, pero prefería bajarlas apagadas por el simple hecho de no despertar a mi familia. El día amanecía torcido. Pintaba que iba a llover, típico tiempo del norte, pero a mí me encantaba venir después de unas semanas en el pueblo. Me venía bien desconectar y descansar y qué mejor sitio que en la playa con la brisa en la cara. También ver las enormes olas que solía haber los días lluviosos en Berria. De vez en cuando echaba de menos hacer surf, prácticamente lo llevaba haciendo toda mi vida, hasta que un verano no sé si fue por pereza o porque ya no me emocionaba deje de hacerlo. Salí a la terraza a desayunar donde ya se encontraban despiertos mi abuela y Emi que prácticamente era mi segunda abuela. Llevaba con mis abuelos más de 50 años y ha cuidado a mi madre, mis tías y a mí y mis primos, prácticamente era una más de la familia, todos la veíamos así.

 

Últimamente Emi estaba bastante apagada. Tenía 87 años y no estaba en condiciones de cocinar, que ya no lo hacía casi, pero prefería venir con nosotros a pasar las vacaciones al norte que quedarse en Madrid. Hacia unos días mis primos se habían ido ya para Murcia y quedamos mis abuelos, Emi y mi familia. En esos días pude hablar más con ella y me contaba que no estaba muy bien, que estaba muy mayor, que ya no podía más. Yo la miraba preocupada e intentaba cambiar de tema para sacarla una sonrisa, pero al final ella siempre ha tenido muchos problemas a lo largo de su vida y tampoco le di mucha importancia. Solo pensé que se le pasaría pronto la mala situación que tenía su hijo y yo esperaba que su salud también. Era un 22 de agosto y yo me dispuse a salir a dar una vuelta por la playa con mi hermana porque quería disfrutar de los últimos días de verano. Al volver a casa llame rápido a Ceci y estuvimos hablando un rato. Habló también con Emi y nos estuvimos riendo de sus bromas. A mí me encantaba porque era una persona que ponía apodos a todo el mundo daba igual como fueras y yo de pequeña siempre me reía de sus ocurrencias. Por ejemplo, cuando no veías algo te decía “estas más ciega que la Paula” que era la señora que vende el cupón de la once debajo de su casa.

 

Ya se estaba haciendo tarde y mi familia y yo nos fuimos a dar un paseo por la playa. Emi no se quiso venir. Yo le pregunté a mi padre que le pasaba y me respondió que seguramente quería estar sola. Al terminar el paseo nos fuimos a cenar a un chiringuito al lado de la playa. Cuando estábamos a punto de servirnos llamaron a mi padre por teléfono, mi abuelo, que Emi se había caído por las escaleras, pero no se había resbalado, sino que parecía que se había desmayado porque no reaccionaba. Yo no entendía nada. Fuimos corriendo. Mientras tanto yo pensaba que cómo se podía haber quedado ahí, sin más, si hacía una hora yo había estado hablando con ella.

 

Al llegar a casa no me dejaron pasar más allá del jardín.

Tampoco recuerdo mucho más; supongo que es porque mi mente lo ha querido borrar o simplemente no quiere recordar. Sí que recuerdo que no reaccionaba y yo estaba con mi hermana fuera llorando y los de la ambulancia dentro. Nos dijeron que no pudieron hacer nada y que había sido un infarto. Siempre oyes este tipo de casos. Gente que le pasa, que pierde a sus seres queridos de la forma más radical posible, pero nunca piensas que te puede pasar a ti y ese día pasó. No lo recuerdo como un día triste, aunque en el momento lo fue, sino un día en el que ella dijo adiós. Y lo hizo en la casa donde mejores recuerdos había tenido con nosotros, su verdadera familia.

 

Ya era noche cubierta. Yo estaba sola, no quería tampoco estar con gente, recuerdo llamar a Ceci y contárselo y explicarle que no me entraba en la cabeza que ella también la había visto esa mañana, que cómo era posible. Más tarde recuerdo que al entrar en la casa ella estaba tumbada en el sofá y mi madre me dijo que fuera a darla un beso y que me despidiera, yo tenía muchas cosas que procesar así que me despedí.

 

Las siguientes horas las tengo muy borradas. Tampoco creo que estuviera muy consciente de lo que estaba pasando, pero sí sé que esa misma noche fuimos a la playa y mire el mar, algo que no solía hacer. Recuerdo que no había nadie, solo mi familia y recuerdo pensar y sonreír. Sí, sonreír de felicidad y di gracias por todo lo que había vivido junto a ella. Podrá no ser mi abuela, podremos no ser familia, pero ella siempre, siempre será una persona muy importante para toda mi familia. Por cómo luchó, por cómo sin tener nada encontró una familia compuesta por unos padres (mis abuelos) y tres hijas que quiso y cuidó. Así que, sin haber logrado grandes triunfos en su vida, sí que demostró lo que es amor, esfuerzo y superación.

 

Te queremos

 

Sol Manso 1ºA BACH, abril 2025

 


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