Rocío Lorido (La distancia que nos separa)

LA DISTANCIA QUE NOS SEPARA

En mi cabeza solo escucho misiles y bombas, aun estando a miles de kilómetros de casa estos sonidos me persiguen. Estoy estudiando en Washington, en un internado, me intento concentrar porque sé el esfuerzo que hacen mis padres para que yo pueda estar aquí, pero por más que intento dejar de pensar, solo puedo recordar a mi madre a mi hermana y a Ucrania. En cada notificación que me llega se me para el corazón pensando en lo que ha podido pasar. Mi madre me escribió esta mañana: “Alisa lloró otra vez pero de momento no hay nuevas noticias Zoya”. Solo esas palabras me dejan preocupación y angustia en el cuerpo pensando en que será de mi si ellas no están.

 

Cierro los ojos y me imagino a Alisa jugando en medio del terror, tratando de reír mientras los edificios se derrumban y las sirenas suenan y me pregunto ¿por qué ella?, ¿por qué no puede disfrutar su infancia como todos los niños hacen? Mamá dice que intenta mantenerla ocupada, inventan juegos y cantan para no escuchar los  ruidos pero yo sé que mamá también tiene miedo, que cada noche se acuesta con la duda de si el amanecer traerá paz o destrucción. Me da impotencia no poder hacer nada para estar con ellas y ayudarlas, pero también sé que solo tengo 15 años y no hay nada que yo pueda cambiar. A veces siento que tengo que esforzarme más para ser yo la que saque a la familia adelante.

 

Papá sigue viviendo en Portugal e intenta mantener el contacto con todos aunque la distancia y la guerra hace que todo sea mas difícil. Cuando papá me llama por videollamada parece tranquilo pero puedo notar su miedo y su preocupación.               Sé que se siente muy culpable por no poder estar viéndonos crecer, por no poder sacarnos de Ucrania y por no podernos proteger.

 

Mamá me cuenta como son los días en la ciudad, como suenan las sirenas, los misiles, como corren al sótano, como Alisa llora y no entiende nada de lo que pasa. También me cuenta la falta de alimentos que hay, los cortes de electricidad y agua y la falta de seguridad en las calles. En cada mensaje que manda noto su amor pero sobre todo su miedo y su cansancio y su lucha diaria por sobrevivir.

 

En el colegio soy una estudiante completamente normal e intento no tocar mucho el tema, mis amigas me suelen preguntar que cómo está mi familia, agradezco mucho su preocupación pero nunca sé que contestar. Suelo sonreír y les digo que todo va bien porque por dentro sé que la verdad es mucho mas complicada y que ni yo misma la comprendo.

Pero últimamente algo ha cambiado, en las noticias dicen que la guerra esta llegando a su fin y que poco a poco los cielos están mas despejados. Mamá me contó que por primera vez en mucho tiempo Alisa pudo salir a la calle a jugar con los demás niños, cuando leí eso vino una sensación de alivio y tranquilidad hacia mi aunque sabía que esto no acabaría aquí, ahora a mi mente solo viene el qué pasará si Jersón, mi ciudad, queda bajo el control de Rusia. En las noticias dicen que hay conversaciones sobre nuevas fronteras y que algunas zonas pasarán a ser gobernadas por Moscú y esa es la idea que me da miedo, mamá tendrá que vivir con leyes que no reconoce y con un presidente que ella no ha elegido. La vida será muy difícil, los precios subirán, no sé si contrataran a los ucranianos en trabajos y muchas personas se quedarían sin nada. Todo cambiaría de un día para otro, la moneda, los documentos, las escuelas… Los vecinos ya están haciéndose la idea de tener que aceptar pasaportes rusos para poder seguir trabajando o recibir ayuda. Nadie quiere pero tampoco saben qué será de ellos si no lo hacen.

 

Muchos están vendiendo todo lo que les queda para intentar irse pero la mayoría no tienen dinero ni fuerzas para empezar de cero. Las imágenes que veo muestran familias haciendo horas de cola para conseguir pan o agua, algunos comparten lo que tienen otros prefieren no mirar atrás. Ya casi no hay electricidad y mamá a veces pasa días sin comer, va a ser difícil de soportar todo lo que viene ahora, pero sé que no se rendirán. Aún que hay edificios destrozados y los colegios y los hospitales no funcionan hay planes para la reconstrucción de la ciudad. La guerra aún no ha terminado y es un reto sobrevivir y aguantar un día más. Aún así la vida seguirá, la gente se adaptará a lo nuevo aun sin saber cuanto durará ni cómo serán las cosas y poco a poco se reconstruirá todo lo que la guerra destrozó.

 

Quiero volver, aunque duela y todo haya cambiado, no quiero dejar solo a mi país, quiero ayudar a mamá y quiero ver a Alisa crecer. Sé que no será fácil, faltarán alimentos y mucho tiempo para sanar las heridas.

 

La guerra me está enseñando a ser fuerte, a valorar lo que tengo y a cuidar a los que me rodean. Hay que mirar por todos y apreciar cada mensaje, cada llamada y cada sonrisa que te envían a través de una pantalla. He aprendido que aunque no esté todo bien, hay que ser fuertes por ellas, para que sepan que las tengo presentes en cada pensamiento y en cada oración.

Rocío Lorido 1ºA 07-11-2025

 

 

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