Jorge Bonis Penche (La ultima huella)


 LA ÚLTIMA HUELLA

 

Mi primera palabra fue su nombre, ellos me decían que no era humano, pero tenía más sentimientos que muchos otros, hablo de mi primer perro.

 

Apenas yo nací ya lo recuerdo ella ya estaba viva y ya llevaba un tiempo, me fascinaba su forma de ser y sobre todo como me trataba era como una segunda madre, yo la intentaba llamar y de ahí aprendí a andar un día dispuesto me puse en pie y no pare hasta poder llegar hasta ella, me caía porque no era perfecto, pero me empecé a acostumbrar a eso con el tiempo deje de caerme, no porque ya lo controlara si no porque mis ansias de llamar su atención me forzaron a caminar agarrado a su cola.

 

Pasaron los años y yo ya di por echo que ella siempre estaría pero eso no fue así con el tiempo se fue haciendo vieja y un día me dijeron que ya no podía ver pero yo sabía que me reconocía yo la veía y en sus expresiones se notaba , ella siempre estuvo a mi lado: en los momentos tristes era un apoyo, en las noches frías en la que tenia miedo ella siempre me acompañaba y aunque no lo recuerdo con certeza a llegado a mis oídos que yo me dedicaba a jugar y a esconderme para que ella me encontrara.

 

Pero lo bueno no es eterno. Una fatídica mañana me desperté semanas antes mis padres habían estado preparando un viaje de ski yo entusiasmado y viendo las maletas me levante y fui al salón, apenas unas horas antes mi padre había tenido una pesadilla en la que mi perro se dormía y no se volvía a despertar, por suerte o por desgracia no era solo una pesadilla si no que una visión causada por el miedo, al llegar al salón vi a mi madre deshaciendo maletas mientras lagrimas caían de su mejilla yo curioso decidí preguntar, recibí una respuesta que pensé que nunca llegaría mi perro llamado Kika (mi primera palabra) había muerto. Es ahí cuando me di cuenta de que no apreciamos las cosas hasta que las perdemos.

 

Aquel fatídico día quedo marcado en mi corazón, pero, aunque ella ya no estaba físicamente, permanecía en nuestras memorias y en lo relatos a su nombre como este que escribo o el que os voy a contar a continuación.

 

Mis padres siempre me dijeron las maravillas que hacia mi perro y una de las historias mas recurrentes es la del cáncer. Hace mucho, mucho tiempo mi abuelo antes de que yo naciera mi abuelo tuvo cáncer, mi abuelo siempre se intentaba escapar del hospital cuando le suministraban quimioterapia, como era característico mi abuelo se quedó calvo, pero mantuvo un bigote largo que tenía en la época, mis padres viendo que mi abuelo estaba solo le dejaron durante el tratamiento a mi perra con la acabo creando lazos. Mi abuelo hablaba con mi perra y le daba de todo tipo de comida desde croissants hasta bocatas y comida de perro, mi perra en ese temporada activo lo llamado mecanismo manada con el que empatizo tanto con el problema de mi abuelo, que decidió una noche con la boca arrancarse todos los pelos de una pata y al día siguiente cuando mi abuelo se levantó se encontró a mi perra con una pata pelada, tratando de simular que padecía cáncer para mediante la somatización ayudar a mi abuelo con los tratamientos. Esta historia me hizo darme cuenta de que los perros viven menos por que si vivieran toda una vida el impacto y la enseñanza de la felicidad no tendría tanta fuerza al irse.

 

Este trabajo me a ayudado a recordar algo que ya tenia olvidado.


Jorge Bonis

 

 


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