Mi primera palabra fue su nombre,
ellos me decían que no era humano, pero tenía más sentimientos que muchos
otros, hablo de mi primer perro.
Apenas yo nací ya lo recuerdo ella
ya estaba viva y ya llevaba un tiempo, me fascinaba su forma de ser y sobre
todo como me trataba era como una segunda madre, yo la intentaba llamar y de
ahí aprendí a andar un día dispuesto me puse en pie y no pare hasta poder llegar
hasta ella, me caía porque no era perfecto, pero me empecé a acostumbrar a eso
con el tiempo deje de caerme, no porque ya lo controlara si no porque mis
ansias de llamar su atención me forzaron a caminar agarrado a su cola.
Pasaron los años y yo ya di por
echo que ella siempre estaría pero eso no fue así con el tiempo se fue haciendo
vieja y un día me dijeron que ya no podía ver pero yo sabía que me reconocía yo
la veía y en sus expresiones se notaba , ella siempre estuvo a mi lado: en los
momentos tristes era un apoyo, en las noches frías en la que tenia miedo ella
siempre me acompañaba y aunque no lo recuerdo con certeza a llegado a mis oídos
que yo me dedicaba a jugar y a esconderme para que ella me encontrara.
Pero lo bueno no es eterno. Una
fatídica mañana me desperté semanas antes mis padres habían estado preparando
un viaje de ski yo entusiasmado y viendo las maletas me levante y fui al salón,
apenas unas horas antes mi padre había tenido una pesadilla en la que mi perro
se dormía y no se volvía a despertar, por suerte o por desgracia no era solo
una pesadilla si no que una visión causada por el miedo, al llegar al salón vi
a mi madre deshaciendo maletas mientras lagrimas caían de su mejilla yo curioso
decidí preguntar, recibí una respuesta que pensé que nunca llegaría mi perro
llamado Kika (mi primera palabra) había muerto. Es ahí cuando me di cuenta de
que no apreciamos las cosas hasta que las perdemos.
Aquel fatídico día quedo marcado en
mi corazón, pero, aunque ella ya no estaba físicamente, permanecía en nuestras
memorias y en lo relatos a su nombre como este que escribo o el que os voy a
contar a continuación.
Mis padres siempre me dijeron las
maravillas que hacia mi perro y una de las historias mas recurrentes es la del
cáncer. Hace mucho, mucho tiempo mi abuelo antes de que yo naciera mi abuelo
tuvo cáncer, mi abuelo siempre se intentaba escapar del hospital cuando le
suministraban quimioterapia, como era característico mi abuelo se quedó calvo,
pero mantuvo un bigote largo que tenía en la época, mis padres viendo que mi
abuelo estaba solo le dejaron durante el tratamiento a mi perra con la acabo
creando lazos. Mi abuelo hablaba con mi perra y le daba de todo tipo de comida
desde croissants hasta bocatas y comida de perro, mi perra en ese temporada
activo lo llamado mecanismo manada con el que empatizo tanto con el problema de
mi abuelo, que decidió una noche con la boca arrancarse todos los pelos de una
pata y al día siguiente cuando mi abuelo se levantó se encontró a mi perra con
una pata pelada, tratando de simular que padecía cáncer para mediante la
somatización ayudar a mi abuelo con los tratamientos. Esta historia me hizo
darme cuenta de que los perros viven menos por que si vivieran toda una vida el
impacto y la enseñanza de la felicidad no tendría tanta fuerza al irse.
Este trabajo me a ayudado a
recordar algo que ya tenia olvidado.
Jorge Bonis
Comentarios
Publicar un comentario