Bruno Castellanos (Una mala mañana)




“UNA MALA MAÑANA”

 Eran las siete de la mañana, aquel día me desperté, oyendo una discusión entre mis padres, yo extrañado me levante de la cama y me dirigí hacia ellos preguntándoles                « papi, mami ¿Qué pasa? », mi padre para que no me preocupara con una sonrisa me contestó  «nada  hijo, una mala mañana, venga  vístete para ir al cole, que nos espera un día muy largo». 

Cuando me acabe de vestir, mi padre me cogió de la mano y abrió la puerta de nuestra casa diciendo, «adiós, cariño», a lo que mi madre no contestó, por lo enfadada que estaba con él. Mi padre en ese momento estaba triste, porque nunca había tenido una discusión tan fuerte con mi madre.

 Salimos por la puerta de nuestra casa situada cerca de la estación atocha, donde cogíamos el tren cada mañana, que nos dejaba en  Coslada donde mi padre trabajaba y se situaba mi colegio.

Mientras esperábamos el tren en la vía dos de la estación, mi padre, preocupado por la situación, llamo a mi madre, pidiéndola perdón y que se sentía muy mal por lo que había pasado y que era solo una mala mañana.

Llego el tren, pero como mi padre estaba distraído con el móvil, se despistó y cuando se quiso dar cuenta perdimos el tren. Por tanto tuvimos que esperar al siguiente tren el de las 07:37.

Cuando quedaba un minuto para la llegada del tren, mi padre más calmado sonrió y dijo « te quiero, luego hablamos» y colgó. De repente se vio desde el fondo la llegada del tren que esperábamos, y grité « ¡papi, papi, el tren! » mientras entraba en la estación.

Se abrieron las puertas, salió mucha gente, mientras que la gente que quería entrar se agolpaba a los lados de las puertas a la espera de la salida de estos. De repente un hombre inquieto de piel morena y con un chaleco verde  entró a empujones, mientras salía esa marea de gente. La gente indignada, por no esperar a que saliera la gente decía « ¡qué vergüenza!, ¡qué mal educado! »

Por fin se pudo entrar, y entro toda la gente que esperaba. Se cerraron las puertas y en ese momento el hombre de piel morena titubeando empezó a hablar en un idioma extraño para mí, mientras se quitaba el chaleco y todo el mundo observo asustado que tenía varias bombas pegadas a su cuerpo mientras seguía hablando en ese idioma  tan extraño. Mi padre al ver la situación me cogió, me tiro al suelo y se puso encima mío. Lo último que recuerdo fue un ruido muy fuerte.

A las dos semanas, después de un coma me desperté con quemaduras provocadas por la explosión al inmolarse aquel hombre y aún a día de hoy tengo secuelas de aquel día. En ese momento no lo sabía, pero mi padre al ponerse encima sacrificó su vida, para salvarme.

Hoy tengo dieciséis años, y cada 11 de marzo voy con mi madre al cementerio a su tumba. Nunca supe de que discutían, pero cada vez que le pregunto a mi madre como era papá ella me responde « la mejor persona de este mundo, solo que tuvo un mal día»

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